martes, 27 de mayo de 2008

Los Hijos de los Dioses - (Libro completo)

PRIMERA PARTE
I
Los jefes de la Confederación mantenían su vista fija en la pantalla de plasma que cubría la pared del salón. Allí, en medio de cientos de estrellas y planetas se destacaban siete luces. Cada una de ellas brillaba con diferente intensidad. Algunas eran notablemente brillantes, otras más tenues, una estaba casi apagada y otra no cesaba de titilar.

Los jefes se preguntaban si aquellas este último podría lograr el objetivo que largos eones atrás se habían propuesto: alcanzar el desarrollo que la mayoría de los planetas de la Confederación había logrado.

Aún se recordaba lo arriesgado de la apuesta original. Se habían elegido siete planetas, no al azar, sino bajo cuidadosas medidas de evaluación y estudio. La vida en ellos no prometía un gran desarrollo y más bien parecían consolidarse en lo más primitivo del sistema. Entonces, se decidió intentar un experimento. ¿Qué pasaría si los seres más evolucionados en esos planetas, fueran cruzados con los más evolucionados de la creación? La idea, en aquellos tiempos pareció revolucionaria. Muchos se opusieron. Algunos argumentaban que un acto de esa naturaleza era un atentado contra la voluntad divina. Otros, los más científicos, que sería imposible lograr algo positivo de dos especies tan diferentes. Pero entre todos ellos, había un grupo que compartía un poco las perspectivas de los demás y, a su vez, profundizaba en la meditación y trataba de lograr una visión más integradora de la realidad y del Universo mismo. Ellos sintieron que sí era posible y que, quizás, hasta se lograra una creación casi divina. A partir de entonces, y dado que ellos representaban a los grupos dominantes de la época, se abocaron a estudiar cuáles de los planetas de la Galaxia serían los más apropiados para el experimento.

Luego de muchos viajes y arduas deliberaciones, llegaron a la conclusión que siete de esos planetas que habían conocido eran capaces de soportar el experimento. De modo que se eligieron a los seres más evolucionados, los mejores capacitados y los más entregados al servicio galáctico, y se enviaron en misión a cada uno de los siete planetas.

El experimento despertó no pocas dudas y curiosidades. Si bien la Confederación estaba integrada por lo más selecto de la Galaxia, nadie creía realmente que el intento fuera en serio. Pocos creían que lograra darse alma a quienes sólo eran animales cuasi humanos. Pues eso era lo que eran, animales que habían logrado evolucionar bastante, casi hasta parecer humanos, pero no llegaban a serlo porque su propio desarrollo neuronal y espiritual estaba limitado por ellos mismos. Lo más alto de la escala evolutiva de cada uno de esos siete planetas estaba realmente muy limitado para lograr progresar en la evolución por sí mismos.

Así fue que los miembros de la Galaxia se repartieron por estos siete planetas, distantes varios años luz unos de otros. Esto les permitiría conocer distintas realidades y distintas posibilidades de cruza.

Al llegar los viajeros a sus distintos destinos, encontraron que la vida era aún más primitiva de lo que se les había anunciado. A tal punto, que los que descendieron en el planeta cuya luz estaba apagada en la pantalla, fueron devorados casi de inmediato, sin que pudieran siquiera darse cuenta de lo que sucedía. El experimento falló antes de empezar.

Por el contrario, en otros, cierta conciencia individual comenzaba a crearse entre los miembros más evolucionados y eso les dio la oportunidad de actuar como maestros en el sendero y transmitirles el conocimiento de un Dios y la posibilidad de continuar evolucionando y creciendo. En algunos de esos planetas, las condiciones de vida permitían un aprendizaje acelerado, aunque siempre limitado por la herencia animal que arrastraban de los ancestros planetarios. Pudieron crecer y evolucionar, pero no lograban transmutar su parte animal. Los científicos, con la evolución de los siglos, llegaron finalmente a comprender que el aspecto animal de sus orígenes estaba marcado y conservado en la propia anatomía de sus cuerpos, y concluyeron que sería imposible trascenderlo, por lo que asumieron, y convencieron a la humanidad de sus planetas, de que sólo podrían lograr ser lo mejor posible, sin llegar nunca a encarnar a la Divinidad pura.

De modo que, aunque el experimento no había tenido un éxito rotundo, al menos, había progresado hasta alcanzar un alto nivel de ética y valores superiores. La ciencia, hasta ese momento, se había desarrollado con muy buen nivel porque la humanidad de esos planetas, no concebía la guerra o la violencia como una forma lícita de progreso espiritual. Sin embargo, la victoria no era plena, ya que nadie sabía a ciencia cierta, si esto podría modificarse con el tiempo. Especialmente ahora que habían logrado realizar viajes interplanetarios y comenzaban a casarse con miembros de otras especies. Quizás, algún día, cada uno de esos planetas se transformara en una caja de Pandora de la que nadie podría predecir sus consecuencias.

Pero en aquél tablero, y en ese momento de la Confederación, el mayor interés y la mayor preocupación también estaba centrada en aquel otro planeta, cuya luz titilaba permanentemente. Nadie sabía a ciencia cierta qué pensar de esa situación. La luz que se manifestaba en la pantalla era, en realidad, una vibración energética emitida desde cada planeta donde se había llevado a cabo el experimento y oscilaba según estuviera predominando el bien o el mal en ese momento.

Este planeta, el STL 25, los mantenía entretenidos constantemente. Nunca sabían con exactitud qué esperar de su evolución. Habían llegado a él cuando sus humanoides eran altamente primitivos. Más parecían animales que humanos. La frente huidiza, el maxilar inferior sobresalido, una postura encorvada y caminando como animales, habían logrado desarrollar sus primeras herramientas, pero aún no sabían cómo obtener el alimento de la tierra por sí mismos. Carecían de un lenguaje, y se expresaban todavía por gestos y aullidos. Los recién llegados pensaron que sus científicos se habían vuelto locos o que sus naves habían perdido el timón y los habían guiado a un lugar perdido de la galaxia que nada tenía que ver con el proyecto que ellos llevaban. Sin embargo, al verificar sus datos, comprobaron que eran exactos. Se preguntaron entonces qué había hecho pensar a los Jefes de la Confederación que esa era un lugar adecuado para el experimento.

Decidieron no entrar inmediatamente en contacto con los nativos y, ocultos en cavernas en el fondo de cordones montañosos, establecieron primero una base de operaciones y un lugar donde pudieran adaptarse ellos mismos a la situación y decidir qué pasos dar para asegurar el éxito de su objetivo.

Desarmaron sus naves y utilizaron el instrumental que traían para crear un verdadero hogar tecnológico en un ambiente por demás hostil. Descubrieron que las cuevas en las que estaban tenían una extraordinaria riqueza en minerales que ellos no conocían pero que estudiaban e investigaban con ahínco. El que más les llamó la atención era aquél que parecía un rayo de sol materializado, como uno de ellos lo definió. Brillaba como el sol, y era tan leal y valioso para trabajar que se transformó en casi una expresión de la perfección y la pureza. Al comenzar a comprender la naturaleza del planeta en el que estaban, pudieron comprender también por qué había sido elegido para la experiencia.

Las piedras de colores que brillaban más y más a medida que las pulían les permitían comprender los increíbles potenciales de sanación que el planeta mismo podía ofrecer a sus habitantes. Probaron con ellas y descubrieron que tenían distintas longitudes de onda que actuaban sobre diferentes partes del cuerpo y también sobre la mente y las emociones. Un verdadero tesoro estaba escondido en la profundidad misma del planeta y, lo que era más, en las áreas que parecían más inhóspitas y ásperas como eran las piedras de las montañas.

Totalmente por accidente, uno de ellos, encontró un trozo de algo transparente que brillaba con intensidad y reflejaba todos los colores en sus caras. Les pareció algo extraordinario hasta que descubrieron que aquél pedazo de piedra brillante había comenzado siendo un trozo de algo negro profundo, oscuro y duro. Entonces, todo se volvió claro para ellos. Así como algo tan tosco podía llegar a convertirse en la piedra más pura, así el alma del humanoide que habitaba ese planeta tenía la posibilidad también de convertirse en el ser de más extraordinaria pureza que la Galaxia hubiera conocido hasta entonces.

Se sintieron felices por el descubrimiento y afortunados por haber llegado al planeta con mejores oportunidades. Sin embargo, decidieron guardar sus descubrimientos y ocultar sus cuevas a los ojos de los nativos. Aprendieron a vestirse y actuar como ellos para no llamar su atención y evitar de ese modo interferir de alguna manera no prevista en su evolución. En no poco tiempo, formaron parte de sus tribus y engendraron hijos que se mezclaron con los hijos de otras tribus. Ocasionalmente, se hacían los muertos en alguna cacería o en una guerra entre tribus para retirarse a las cuevas a recuperar sus formas y actividades habituales y continuar el estudio del planeta.

Antes de que se dieran cuenta, la cruza entre ambas especies se había convertido en un auténtico éxito y cada tribu contaba con varios hijos nacidos de esta mezcla

Sin embargo, ellos no dejaban de observar y monitorear la situación y, ocasionalmente, cuando encontraban que algunos de sus hijos tenían una mayor claridad de conciencia y eran más despiertos que otros, los trasladaban a las cavernas y les transmitían el conocimiento que podían absorber. Esto potenciaba su desarrollo y crecimiento y los iba transformando, lentamente, en líderes de sus tribus.

II
A medida que el tiempo fue pasando, algunas tribus evolucionaron más que otras y la vida se fue expandiendo por todo el planeta, por lo que decidieron distribuirse llevando consigo parte del equipamiento que les permitiera asentar nuevas bases. Muy ocasionalmente, se comunicaban con sus planetas de origen y solicitaban el envío de elementos tecnológicos o algunos compañeros más que les permitieran profundizar su misión. La Confederación siempre accedía a sus requerimientos porque las tribus que comenzaban a desarrollarse lo hacían muy bien, con un profundo amor y respeto por la tierra así como reconociendo el origen divino de su linaje. Se llamaban así mismos los hijos de los dioses y la tierra. En otras, en cambio, la herencia animal era todavía intensa. Sin embargo, todo hacía pensar que se avanzaba por buen camino.

Aquellas tribus que reconocían su origen mixto, fueron accediendo a más y más información. Incluso algunas de ellas llegaron a tener un contacto directo con los representantes de la Confederación y, se dice que, varios siglos después, una de las tribus fue evacuada completamente del planeta cuando su tierra quedó seca y muerta, como una señal de agradecimiento por el esfuerzo evolutivo que habían desarrollado y el amor que manifestaban por sus hermanos galácticos.

Sin embargo, y al mismo tiempo, mientras el conocimiento y la unidad con la tierra crecían en un área del planeta, otro sector estaba tomando una dirección muy distinta. Nadie pudo explicar muy bien qué fue lo que sucedió pero en una zona entre mares, caracterizada por un clima muy frío por largos períodos que alternaba con temperaturas templadas por corto tiempo, una tribu en la que había habido muchos cruzamientos mixtos, las cosas empezaron a complicarse. Inicialmente se lo vio como un éxito. Estos seres eran extraordinariamente inteligentes. Comprendieron a gran velocidad que ellos no eran más hijos de la tierra. Y decidieron que querían alcanzar la totalidad del poder de sus ancestros galácticos. Pero no lo proclamaban claramente. Sólo algunos comenzaron a sentirlo como un eco en su interior. Entonces trataron de localizar a sus “padres” hasta que lo lograron. Encontraron una gran isla, en el medio de un mar gigantesco en la que los galácticos vivían convencidos que ya no necesitaban refugiarse en las cavernas. Su descubrimiento trastocó todos los proyectos de evolución. Sus “hijos”, algunos de los cuales habían desarrollado una gran inteligencia, estaban ansiosos por aprender todo lo que estuviera disponible y, especialmente, el uso de la tecnología que habían traído sus mayores.

El tema fue sometido a seria discusión. No sabían qué efectos podría tener semejante acción. Definitivamente, esto alteraba totalmente el plan original. Nunca les habían autorizado a transmitir información ni enseñanzas. Se llevaron a cabo largas deliberaciones, o mejor dicho, se intentaron llevar a cabo largas deliberaciones, porque las nuevas camadas humanas estaban ansiosas y no estaban dispuestas a esperar mucho tiempo ni a aceptar un “No” por respuesta.

Finalmente, decidieron que sería oportuno concedérselo ya que esos humanoides se habían manifestado con una gran inteligencia y estaban realmente capacitados para adquirir los conocimientos que ellos pudieran transmitirles.

Así fue que, en la isla en medio del gran mar, se creó una nueva comunidad mixta en la que los humanos lograron alcanzar grandes niveles de conocimientos científicos. Sus fundadores estaban felices al ver el progreso, sin embargo, algunos de ellos se preguntaban cuál sería el resultado final. Entre los que habían venido, había tres que estaban especializados en el estudio del alma humana. Podían percibir con extraordinaria sutileza lo que estaba escondido en el corazón de los demás y su extraordinaria atención a gestos y palabras les permitía inferir lo que no se decía abiertamente.

Luego de mantener algunas charlas secretas entre sí, decidieron informar al resto del grupo. Estaban seriamente preocupados porque habían detectado tendencias agresivas, segregacionistas y un fuerte amor al poder que volvía sumamente peligroso su acceso a la información.

Era difícil para el resto del grupo compartir sus preocupaciones, ya que ellos trabajaban muy de cerca con los “hijos” y, por el contrario, estaban convencidos de que todo marchaba muy bien. Sin embargo, la insistencia de los tres, los obligó a ser más cuidadosos y no tan generosos con la información que facilitaban.

Una noche, uno de ellos tuvo un sueño de tal claridad que lo llevó a despertar a los hermanos de mayor confianza y juntos reunieron todo el material tecnológico que podían llevar y, cubiertos por la oscuridad de la noche, cargaron todo en un barco y partieron rumbo a una tierra lejana donde tendrían la oportunidad de salvar su conocimiento y todo el bagaje cultural que traían.

Lo hicieron justo a tiempo. Cuando los “hijos” descubrieron que se les limitaba el acceso a la información provocaron una revuelta que derrocó a los “padres” y les permitió instalarse en el gobierno y administración de la isla. Amantes del poder como eran, continuaron haciendo experimentos y grandes descubrimientos científicos. Pero sus avances estaban dictados por la peor parte de sí mismos, la parte animal, agresiva y primitiva, y antes de que se dieran cuenta, su isla completa se hundía para siempre en las aguas del gran mar bajo el peso del odio que habían engendrado.

Los que escaparon no tardaron en enterarse de lo que había sucedido. Se sintieron agradecidos por tener el don que les había permitido advertir la situación a tiempo. Pero no estaban a salvo totalmente. Su barco llegó al delta de un río que cruzaba por un vasto desierto donde la vida parecía casi imposible, y donde les sería muy difícil esconder su equipaje. Decidieron entonces, presentarse como viajantes de ríos lejanos que podían ofrecerles progresos que ayudaran a la vida en la zona. Se nombraron a sí mismos sacerdotes o científicos y enseñaron a la gente de la zona con mucho cuidado, tratando de no descubrir su tecnología pero utilizando la totalidad de sus conocimientos. Ya que lo científico puro había fallado, comprendieron que era importante insertar un concepto espiritual de la vida ya que este era un crecimiento que debía prevalecer al científico para asegurar un desarrollo sano y no agresivo.

Fue así que comenzaron a transmitirles información sobre el alma, sus viajes después de abandonar el cuerpo, y la necesidad de una vida consagrada a Dios. En esa época, esto resultaba muy fácil de hacer porque los humanoides del planeta ya se habían dado cuenta de la existencia de una fuerza superior a ellos que enviaba las lluvias o las sequías, que influía en las cosechas y en las manadas. Comenzaban a querer saber por qué sucedían estas cosas y lo primero que podían comprender era la existencia, más allá de ellos mismos, de esta fuerza o poder que no controlaban pero que afectaba sus vidas.

De ese modo, comenzaron a nacer sus Dioses: la Luna y el Sol, el Agua del Río, la Abundancia y la Fertilidad, la Felicidad, el Protector de los Muertos, etc., etc. A su vez les transmitían sus enseñanzas en textos que quedarían para todas las generaciones por venir, escritos en forma mágica de modo que no fueran totalmente comprensibles, pero abiertos a quienes alcanzaran el nivel espiritual suficiente para lograrlo. Pudieron entonces, por fin, introducir una enseñanza más profunda y lograr el progreso de esa tribu hasta convertirla en un modelo de su época y de las futuras. El campo fértil que estos humanoides les ofrecían les permitió enseñarles a trabajar metales y desarrollar el arte y un comienzo de escritura como nadie más lo había hecho hasta entonces.

III
Cuando los Jefes de la Confederación se enteraron de lo sucedido, tuvieron serias dudas de continuar con el proceso. Algunos consideraban seriamente que todo se había salido de control y que se ponía en riesgo al resto de la Galaxia. Otros, por el contrario, estaban convencidos que los resultados obtenidos hasta entonces superaban largamente sus expectativas. Ninguno estaba en lo cierto.

La vida en el planeta había tomado un giro totalmente inesperado para todos. Sin embargo, había dos buenas razones para que esto sucediera. La primera era que la especie dominante en el planeta, al momento de la llegada de los enviados, tenía un potencial de desarrollo superior al imaginado. Y la segunda consistía en que los enviados mismos habían alcanzado un nivel de desarrollo personal tan trascendente, que la combinación de ambos los hacía potenciarse mutuamente. Quizás ese planeta no estaba exactamente al mismo nivel de evolución del resto, pero el experimento seguía adelante por sí mismo.

Entre los osados, estuvieron los que propusieron hacer desaparecer la totalidad de la vida, para asegurar que nadie más pudiera interferir allí. Sin embargo, esto violaba sus propios códigos éticos y, en todo caso, ellos eran responsables directos por todo lo que acontecía. El planeta, por sí mismo, hubiese sido incapaz de generar tal evolución. Al menos, no en millones de años, y ellos la habían potenciado enormemente.

Así es que decidieron asumir la responsabilidad que les correspondía y hacerse cargo de todo lo que pudiera suceder allí. Lo que no imaginaban era que sería cada vez más y más difícil introducir medidas correctivas a cada desviación del plan original.

Llamaron a los que habían sido asignados para que respondieran personalmente las preguntas que todos tenían sobre lo que realmente había sucedido. De modo, que los galácticos rearmaron sus naves y partieron. No imaginaban que, mientras ellos estuvieran fuera, otras fuerzas provenientes de sectores más remotos, encontrarían el camino libre para instalarse en el planeta.
IV
Desde un sector bastante lejano, casi olvidado que había estado desarrollándose por sí mismo, fuera del ámbito de la Confederación, seres instalados en la decisión firme de dominar todo lo que pudieran alcanzar, pusieron sus ojos en ese planeta que, por un tiempo, permanecería sin la participación directa de la Confederación. Esto era muy importante para ellos ya que, debido a la oscuridad que los dominaban, eran fácilmente detectables por oposición a los galácticos.

Aprestaron sus naves para no dejar pasar ni un mínimo espacio de tiempo, lo que sería provechoso para ellos, ya que debían concretar un largo viaje para poder llegar. Debido a la propia energía que emitían, su tecnología no había logrado desarrollarse tan plena ni perfectamente, pero de todos modos, era por mucho más compleja que la del planeta al que aspiraban llegar.

En poco tiempo, avistaron su objetivo y se aseguraron de descender donde fueran vistos por los nativos. Ya que había tribus que se reconocían a sí mismas como hijos de los Dioses, se dirigieron primero a sus territorios y dibujaron con sus naves pistas en las rocas de las montañas para demostrar el poder que traían. Al verlos descender, los nativos no dudaron de que se trataba de sus dioses, que regresaban para transmitirles sabiduría. Así fue que, con los brazos abiertos, les permitieron entrar en sus comunidades, en sus culturas y en sus creencias.

Los oscuros dieron toda clase de muestras de poderío tecnológico que dejaron claramente marcadas en todos los lugares por donde se manifestaban para que no hubiera dudas sobre su poder y ni de su superioridad.
Sin embargo, comenzaron a transmitir verdades que se oponían sutilmente a las recibidas anteriormente, pero las disfrazaron con rituales e información errada presentada de forma tal que, hasta el más sabio entre los sabios, se confundiera.

Los nativos comenzaron a sentir que sus mentes se confundían. Pronto, una verdad comenzó a oponerse a la otra, y cuando nadie sabía qué hacer realmente, los oscuros comenzaron a enseñarles rituales de sangre para aplacar las iras de los Dioses ofendidos por las dudas en sus corazones y sus mentes. Crearon así una fuente de terror divino entre las posibles víctimas que se ofrecerían a los rituales. La realidad era que utilizaban los sacrificios humanos como forma de dominación. De ese modo, el pueblo no se atrevía a desafiar a sus Dioses venido de lo alto o un nuevo sacrificio debería ser ofrecido para aplacar las iras que despertarían en las fuerzas de la naturaleza. Y la realidad era que nadie quería perder a sus hijas o hijos más jóvenes en el altar de la muerte.

Poco a poco la dominación por el terror fue ganando terreno. Los nativos ya no sabían a quién servían ni cuál era el camino auténtico.

Mientras tanto, otro grupo había descendido en un gran territorio entre mares, entre aquellos que no habían logrado crear un vínculo tan profundo con la tierra y preferían afianzarse en su propio poder. Era el dominio de los pálidos. Un territorio donde la tierra era explotada sin problema y el humanoide no tenía más valor que un animal. Estos seres eran de extremada palidez en todo su exterior y parecían no albergar vida humana en su interior. Si bien se distinguían dos grupos de distintas dimensiones, en el fondo, la codicia dominaba sus acciones. Uno de estos grupos era muy pequeño y había logrado ubicarse en posiciones de tal poder que habían sometido al resto casi a la posición de esclavos. Ni unos ni otros eran mejores. El grupo más numeroso llevaba una vida casi miserable, viviendo como animales de trabajo para producir todos los bienes posibles para el grupo dominante. Este lograba progresar mentalmente cada vez más y más y desarrollar proyectos y organizaciones que los encumbraban al punto de alejarlos totalmente de las posiciones inferiores. Pronto se sintieron semidioses y con el poder de disponer de la vida del resto a su voluntad. Habían firmado, sin saberlo, su sentencia de muerte. Sus almas se pudrirían por el resto de la eternidad aún cuando sus cuerpos gozaran de los placeres y poderes que tomaban de la vida.

En este estado de cosas, el experimento se volvió totalmente incontrolable. Al observar la Confederación que la luz que emitía el planeta se opacaba a velocidad, decidieron enviar un equipo de exploración para evaluar y decidir con más claridad el camino a seguir. Estaba claro que se había creado un gran problema y quizás, ni ellos mismos, supieran cómo resolver la situación.

V
Una vez llegado el grupo de exploración, se repartieron los territorios para tener una mejor definición de la situación real.

Quienes arribaron a los territorios dominados por los oscuros, no podían creer lo que había sucedido. Aquellos seres de gran pureza y extraordinario potencial que habían dejado, estaban dominados por el terror y sumidos en la más profunda ignorancia sobre sí mismos. Los oscuros tenían poder total y habían ocultado y destruido toda prueba que recordara a los nativos su origen mixto. Se había creado un nuevo orden social. Los oscuros gobernaban y actuaban envenenando la mente de los nativos con toda clase de creencias sobre castigos que caerían sobre ellos si no cumplían al pie de la letra el dictado de los Dioses. De esta manera, la vida se había vuelto imposible. El camino se había torcido y la ignorancia era dominante. Sería muy difícil recuperar el terreno perdido. Sin embargo, se decidió que, aún así, había algo que todavía podía hacerse.

Se retiraron a las cuevas ocultas en los pliegues de las montañas y planearon su acción. Decidieron que, ya que no eran muchos y los oscuros los aventajaban en número, se mostrarían individualmente en distintas comunidades, confundiéndose entre ellos y llevando un mensaje que se contrapusiera al que estaban recibiendo y que repercutiera en el interior de los corazones de los nativos como el eco de una verdad conocida.

Así fue que se distribuyeron a lo largo de esa tierra, entre las comunidades que más desarrollo habían tenido antes de partir. Comenzaron a trabajar con ellos y, lentamente, a expresar sus ideas sobre el Dios que vive en el interior de cada uno y el Dios que habita en la tierra y en el agua, en el cielo y en las plantas. Pronto, algunos sintieron cómo sus corazones se abrían a estas verdades y las repitieron a otros. De a poco, se fueron organizando en grupos que se reunían lejos de sus hogares para hablar con más profundidad y penetrar en el misterio de la Creación. Llegaron a tal profunda comprensión de la Verdad que, en un momento, fueron bendecidos con la posibilidad de conocer las Cavernas donde se habían instalado los galácticos. Allí se les mostraron los secretos que albergaban sobre el futuro: hechos que sucederían si las cosas no cambiaban y desarrollos tecnológicos con una alta probabilidad de manifestarse si profundizaban sus corazones. Pronto, fueron surgiendo verdaderos sacerdotes que encarnaban la sabiduría entre los nativos y aprendieron a grabar toda la información en forma de claves para que en el futuro pudieran decodificarla. Algunos de ellos continuaron viviendo en las cavernas por un tiempo mucho más prolongado que el normal, dado la purificación que se había producido en su interior. Los otros, volvían a sus actividades cotidianas para tratar de resembrar el amor original en el corazón de sus hermanos, ahora dominados por el miedo y la ignorancia. Desgraciadamente, muchos de ellos murieron a manos de los oscuros cuando descubrieron el plan secreto que llevaban a cabo.

En el otro sector del planeta, la situación empeoraba. Los oscuros no habían necesitado esforzarse demasiado para obtener el control completo. Se enmascaraban como consejeros para alcanzar las mentes limitadas de los nativos y penetrar en sus estructuras de pensamiento logrando así torcer totalmente su destino y crear programaciones que llevarían siglos para ser descubiertas y comprendidas y poder así trascenderlas.

El cuadro total era desolador. Sería mucho más difícil infiltrarse en esos grupos. Los galácticos reunidos en las cuevas de los cordones montañosos en el centro de la tierra entre los mares se sentían desorientados y desanimados. El experimento se había torcido por completo. Parecía casi imposible enderezarlo y mucho menos recuperarlo. El mal estaba hecho y había penetrado en el área más difícil de purificar: la mente. Una vez instaladas allí las estructuras deformadas sería extremadamente difícil desarraigarlas ya que las mentes funcionaban por sí solas, como una nave cada vez que se encienden los motores. Lo peor era que, cada vez que una idea surgiera en sus mentes, generaría un sinnúmero de ideas que caerían en cascada desde la idea general, multiplicando así la distorsión. Era crítico determinar cuál sería la acción correctiva más eficiente para contrarrestar el daño producido.

Esto fue tema de largas deliberaciones. Como era la primera vez que el experimento se llevaba a cabo, no tenían experiencias previas ni situaciones con las cuales comparar. Debían deducir e improvisar sobre la marcha. Ellos mismos no eran seres muy mentales. Habían trascendido eso hacía muchísimo tiempo y casi se había olvidado su ciencia. Reflexionando sobre esto fue que decidieron apostar al despertar del corazón del hombre. Planearon una acción simultánea en varios sectores muy diferentes para tratar de establecer una especie de red planetaria que permeara la sociedad de esa región y se reprodujera a sí misma. Si lograban introducir una cuña en el pensamiento, una cuña que alterara totalmente la estructura creada, podrían cortar de cuajo la situación.

Algunos de ellos se ofrecieron como modelos que se aparecerían en las diversas regiones. Caminarían mostrándose abiertamente para atraer la atención de los nativos y manifestar así la posibilidad de que hubiera una realidad distinta de la que estaban acostumbrados. Desgraciadamente, la población estaba tan dominada por la oscuridad y la miseria en la que estaban sumergidos, que su acción generó miedo y desprecio y terminaron matando a la gran mayoría.

Los galácticos que sobrevivieron decidieron regresar a la Confederación a declarar el experimento como fracasado y a recomendar fuertemente su finalización.

Pero mientras ellos hacían este planteo, el otro grupo había logrado buenos resultados con su plan, creando así una situación casi imposible de resolver. ¿Podría destruirse un experimento completo sólo porque el 50% había fallado? ¿Era justo destruir a la mitad que lo estaba logrando?

Los miembros de la Confederación se encontraban cada vez más apretados entre la espada y la pared, sin saber a ciencia cierta qué actitud tomar. Nada había salido como lo esperaban en ese planeta. Quizás se habían equivocado al seleccionarlo. O quizás era el experimento más interesante de todos. En los otros casos, la situación había sido muy diferente. Los resultados habían sido claros desde el comienzo, a diferencia de aquí, pero era cierto también que aprendían mucho más con los desafíos que se presentaban que con los otros seis casos.

También les ofrecía la posibilidad de observar en un solo planeta, algo que en la Galaxia se repartía entre amplios sectores. Era el único lugar donde se había instalado una lucha abierta entre la Luz y la Oscuridad ocupando el mismo territorio: el corazón y la mente de los nativos. De modo que, la conclusión general, fue continuar adelante y honrar a los que habían caído en pos de reinstaurar el orden esperado.

VI
Mientras tanto, el lado oscuro había llevado a cabo su evaluación de los resultados. Ellos no habían iniciado un experimento ni propuesto una acción coherente. De hecho, esto casi estaba fuera de su alcance ya que el caos era su acción favorita. Sin embargo, dado que la situación se les había tornado altamente favorable, habían decidido aprovecharla al máximo. Por primera vez, habían visto la posibilidad de dejar de ser un planeta perdido en el fondo de la galaxia, para convertirse en señores y dueños de la situación, lo que les daría un pie de igualdad para negociar con la Confederación que hasta ese momento, los mantenía marginados y con poca capacidad de acción en el sistema.

De modo que esta se había vuelto una oportunidad digna de ser aprovechada. Sólo que no les resultaba fácil ponerse de acuerdo entre ellos. Al fin y al cabo, ellos mismos estaban gobernados por la misma ansia de poder y dominación total que estaban instalando en el corazón de los nativos de STL 25. Para poder iniciar una acción concreta y elaborar un plan que les asegurara el éxito absoluto, debían deponer actitudes de alta rebeldía y egocentrismo y unirse en un objetivo común. Los líderes principales de cada área se reunieron en un sector alejado de todos los centros poblados para mantenerse a distancia de consejeros y competidores. Debían asegurarse el poder total. Marcharon desde sus regiones en secreto, en medio de la oscuridad en la que casi permanentemente vivían.

Una vez reunidos, analizaron la totalidad de la situación en extremo detalle para asegurarse de no dejar nada librado al azar. Estos líderes representaban distintas áreas del conocimiento, lo que les daba la ventaja de poder evaluar todas las alternativas simultáneamente y su interrelación. Todo se estudió cuidadosamente, en especial a los nativos: sus partes constituyentes, tanto en lo interno como en lo externo; sus aspectos mentales y psicológicos; las características del medio que habitaban; la penetración que habían logrado sus ideas y sus maniobras hasta ese momento. Cuando todo había sido analizado, uno de ellos, el especialista en planetas extraños, hizo un comentario que sorprendió a todos. Comenzó describiendo la órbita del planeta y cómo afectaba la mente de los nativos. Describió los efectos de la estrella y los satélites cercanos y, cuando todos comenzaban a aburrirse con el tema, expuso la idea más loca que cualquiera pudiera pensar: alterar levemente la órbita del planeta para provocar un desfasaje en su sistema que precipitara alteraciones mayores de carácter puramente natural a medida que el tiempo transcurriera. Esto crearía una alternancia de luz y oscuridad en el planeta, el desarrollo de ciclos de lluvias y variaciones de temperatura y una atmósfera y clima totalmente inestable y cambiante. Si lograban lo que se proponían, lentamente harían que la alternancia día-noche que se iba a generar con este desplazamiento del eje se agudizara hasta dejar todo el planeta sumergido casi constantemente en la oscuridad. Entonces, ellos mismos podrían producir la extinción de la estrella cercana para asegurar el dominio total de la oscuridad. Los nativos deberían refugiarse en el interior del planeta para sobrevivir y allí lograrían el control absoluto de ese otro extremo de la Galaxia. Se aseguraban de esa manera estar en ambos extremos y mantener a la Confederación dentro de los límites que ellos mismos impondrían.

Los demás jefes quedaron atónitos ante la propuesta. Ni en sus mejores sueños habían podido imaginar semejante desenlace. Si todo salía bien, quedarían dueños de la Galaxia entera ya que su posición original y la posición a ganar si dominaban STL 25 les daría las ubicaciones estratégicas que necesitaban. La promesa de la dominación total hizo que se aprobara la idea por mayoría y se decidiera llevarla inmediatamente a la práctica.
Se reunieron a los principales científicos para evaluar la mejor forma de generar ese desplazamiento del eje. Algunos proponían el lanzamiento de un falso meteorito gigante que impactara en cierto lugar que provocaría un movimiento de tierra que haría temblar el planeta. Otros, la utilización de un rayo tractor que, apuntado a uno de los polos, desbalanceara levemente el eje. Hubo quienes sugirieron un bombardeo con rayos que, entrando por los mares, generara un terremoto que moviera las placas desacomodando la “flotación” del planeta en el espacio. Tenía el problema de que generaría olas de tamaño gigantesco y muchas vidas se perderían, pero el éxito estaba asegurado. La última propuesta sugería destruir una de las lunas del planeta para cambiar el giro y la fuerza de atracción de la estrella cercana y del otro satélite. Esto provocaría un beneficio extra, ya que los nativos, al ver destruirse su satélite lo verían como un castigo de los Dioses y se volverían aún más dóciles.

Finalmente, se decidió encontrar una solución que integrara todas las propuestas en una sola acción concreta y efectiva, sin importar cuántas vidas pudiera costar.

Un tiempo después todo estaba preparado. Utilizando un rayo tractor, se arrastró a uno de los satélites, y luego de reducirlo de tamaño para que no produjera una destrucción masiva y total, se lo lanzó sobre el planeta, en un área no poblada, cercana a los mares.

El efecto fue mayor de lo esperado. La vibración de la caída fue de tal magnitud que movió las placas tectónicas y elevó los mares a alturas inconmensurables que, al caer, arrastraron todo lo que estaba en su camino. Poblaciones enteras desaparecieron, incluso su propia gente oscura que gobernaba en esas regiones. Sin embargo, esto no alcanzó totalmente a los galácticos que habían vuelto a refugiarse en las cavernas para decidir qué nuevos pasos seguir. Sintieron cómo todo vibraba y amenazaba con desintegrarse a su alrededor, pero gracias a la tecnología de la que disponían, actuando rápidamente, neutralizaron el inminente efecto devastador. La explosión había sido mayor de lo necesario, y de no haber sido por ellos, la destrucción hubiera sido total. De modo que una nueva forma de lucha entre galácticos y oscuros comenzaba a partir de ese momento. Ya no eran una parte alejada de la galaxia, sino que ahora tenían un campo de batalla común: el planeta STL 25. La historia completa de la Confederación daba también, y sin habérselo propuesto, un giro completo.

De todos modos, la caída del satélite, la devastación, la infinidad de muertos, provocaron en los nativos el efecto que se buscaba y que los oscuros capitalizaron inmediatamente. El pánico se apoderó de ellos y sintieron que eran un juguete en las manos de los Dioses y de las fuerzas del Cosmos. El miedo penetró en todos, en todas las áreas del planeta, en los que amaban la tierra y en los que la ignoraban. No quedó región donde el miedo no se hubiera instalado firmemente. No quedó región del planeta donde la luz tuviera un lugar en que manifestarse. Sólo quedaba refugiada en el corazón de algunos pocos, muy pocos nativos, cuya conciencia se había expandido más que en la mayoría y podían ver la ilusión detrás de la ilusión. Más allá de la apariencia de la destrucción, ellos sabían que un poder mayor había tomado forma y que llevaría siglos y siglos de evolución nativa trascenderlo y ganarle la batalla.

VII
Los primeros cambios que se volvieron evidentes para todos tuvieron que ver con la alternancia del día y la noche. Parecía que toda la vida se dividía en luz y oscuridad. Los nativos se sentían seguros en la claridad del día y asociaban a su estrella cercana con el Dios de lo Bueno y la Vida. Pero sentían terror de la oscuridad y buscaban desesperadamente encontrar formas de iluminar la oscuridad que los invadía durante la noche, a la que comenzaron a asociar con la muerte, ya que los oscuros aprovechaban esos momentos para matar a los opositores a sus planes. Entonces, Dioses como Muerte y Oscuridad se volvieron uno haciendo olvidar así la preeminencia del espíritu por sobre la materia.

Más lentamente se fueron generando cambios en el clima. Alternancias de frío y calor por etapas dieron forma visible a la muerte y el renacimiento. Los nativos tuvieron que buscar cómo luchar contra el frío para no morir de hambre ni de congelamiento. Irónicamente, esto los obligó a desarrollar nuevas técnicas para construir sus hogares, mantenerlos calientes, asegurarse el alimento en las épocas frías y encontrar ropas que los abrigaran. Sin quererlo, una situación tan negativa, llevó a un progreso inesperado que desarrolló su cerebro y ofreció una nueva forma de vida.

Sin embargo, seguían manteniéndose las diferencias entre los dos grupos originales. Los que conocían su unidad con la tierra, respetaban sus ciclos y evitaban explotarla. Los pálidos, por el contrario, desarrollaron nuevos métodos de dominación a través de la creación de medios de intercambio para adquirir mercaderías. Comenzaron a gestarse las clases pobres y las ricas, dependiendo de cuántos bienes poseyeran. Pero como eso no les bastaba, decidieron la creación de ejércitos que les permitiera anexar territorios de otras tribus. “Tener” era, definitivamente, sinónimo de “Poder” y, desde entonces, el valor del humanoide estuvo atado a sus bienes económicos.

VIII
La Confederación se encontraba en una situación complicada. Debían decidir rápido de qué forma neutralizar los efectos que los oscuros estaban generando. La alteración del eje del planeta era de suma gravedad, ya que esta situación podía provocar una modificación en todos los soles, satélites y planetas cercanos que alterara, a la larga la situación general de la galaxia. Por esa razón, decidieron convocar a los seres de mayor sabiduría en cada área del conocimiento y la experiencia para evaluar los pasos a seguir y crear un equipo de trabajo interdisciplinario que monitoreara y registrara cada evento y las consecuencias de cada acción de intervención.

Luego de muchas deliberaciones, se llegó a la conclusión que era necesario insertar modelos bien definidos que actuaran en las áreas no conscientes de los humano y despertaran sus percepciones intuitivas a nivel del corazón. Debían proceder de forma que no fuera evidente para los oscuros. Enviarían a los que sabían expresarse con metáforas y alegorías para que sembraran semillas en las almas que germinarían en el futuro. Otro proceder similar se iría llevando a cabo en la pintura, la música y la escultura. Con el objetivo de enviar a los más preparados, diversos profesores se constituyeron para formar a los próximos enviados.

Secretamente, comenzaron a formarse a los que constituirían la clase de los “videntes”, quienes llegarían de tanto en tanto, para dejar mensajes encriptados que las generaciones por venir pudieran decodificar para comprender a qué se exponían si seguían ciegamente las programaciones de los oscuros.

De este modo, cuatro grupos bien definidos fueron integrándose al trabajo y especializándose de modo de ir tomando forma en el STL 25 a medida que fuera necesario. No serían enviados todos simultáneamente, sino a lo largo del tiempo para no atraer demasiado la atención sobre ellos y hacer fracasar el proyecto. La Confederación tenía claro que era necesario un proceso a largo plazo para asegurar el éxito final del experimento. Si lo lograban, la experiencia final sería de alcances inimaginables y abriría potenciales insospechados. Pero primero, debían lograr afianzar su posición.

Los primeros en llegar fueron algunos científicos quienes descendieron en las poblaciones que se asentaban a la orilla de ríos y mares, ya que la vida en ese momento, debido a los fracasos y alteraciones previas, se desarrollaba sólo cerca de las aguas. Ellos llevaron conocimientos sobre el cosmos para ayudar a los nativos a recordar que formaban parte de un todo que los abarcaba y que no eran sólo vida aislada en un espacio entre el cielo y la tierra que pisaban. Les dieron mucha información muy precisa sobre la distancia entre su tierra y su estrella y entre ellos y el satélite. Los acercaron al conocimiento de los ciclos de la totalidad de su sistema y cuando todo estuvo bien registrado y comprendido, discretamente se retiraron.

Luego llegaron los arquitectos. Ellos enseñaron a construir estructuras que contenían en sí secretos matemáticos y cósmicos que quedaran como registros vivientes para las futuras generaciones y que penetraran en el inconsciente del humanoide de esa época para que pasara intocado a su descendencia.

Con los arquitectos, se acercaron también los artistas para plasmar, en las formas de las construcciones, imágenes y colores que transmitieran mensajes ocultos al centro del corazón de los humanoides. Nadie podría quitarlos de allí.

Arquitectos y artistas permanecieron mucho tiempo en el planeta, llevando sus enseñanzas de pueblo en pueblo. Gracias a las enormes distancias y la aún pobre evolución de los nativos, podían desplazarse de una a otra cultura sin que nadie sospechara cuánto tiempo llevaban viviendo allí ni de dónde venían. Faltaba mucho para que se produjera un auténtico despertar científico que uniera al planeta entero a través de sus comunicaciones. Para entonces, deberían ser más sutiles. Pero hasta el momento, bastaba con partir de un lugar para que nadie más supiera dónde se encontraban. Esto les permitió ir llevando su enseñanza durante varios siglos y hacer evolucionar el arte y la arquitectura de modo que, cada generación pudiera avanzar en su desarrollo gracias a una enseñanza oculta escondida en las dimensiones y simetrías y en las esculturas que adornaban las construcciones.

Mientras tanto, la Confederación había decidido que era imprescindible el envío de Maestros. Estos seres eran los que más profundamente se sacrificarían a sí mismos por el objetivo final de la evolución. Tenían la misión más delicada ya que se mostrarían públicamente para transmitir sus enseñanzas. Su entrada en el planeta no sería directa, sino que se asegurarían construir una historia familiar semejante a las de los nativos, para aparecer como propios de la zona donde actuarían. Para ello, primero entraba en el planeta una mujer o un hombre que formaba pareja con un nativo para fecundarlo. Al momento de nacer, ese cuerpo no sería ocupado por el alma de un humanoide, sino que tomaría encarnación plena un galáctico ya que ellos conocían bien la ciencia de la trasmigración y sabían vivir tanto en un cuerpo material como en un cuerpo espiritual. Este galáctico crecería como uno más de su comunidad hasta que llegara el momento de transmitir sus enseñanzas y convertirse en modelo para los demás.

Esta misión era, sin lugar a dudas, la que requería de mayor sutileza, paciencia y sabiduría. El ser encarnado en el planeta, debía aprender a vivir como un nativo más, llevando una vida sencilla y limitada y convivir en una vibración mucho más baja que la que estaba acostumbrado. Por esa razón, siempre venía un galáctico antes para actuar como su padre o madre ya que era mucho más sencillo tener con quién compartir la experiencia. Habían concluido, desde el principio y con buen tino, que de hacer la experiencia uno solo por vez, el fracaso sería mucho más probable ya que la atmósfera y la vida del planeta vibraban todavía, y por mucho tiempo, en frecuencias muy bajas y contaminadas por los oscuros.

De esta manera, estos Maestros iban tomando forma en el mundo planetario. Su vida con los nativos los ayudaba a comprenderlos y a conocerlos mejor. Pero sus experiencias, una vez comenzadas sus auténticas misiones, se volvían espantosas. Su alto nivel espiritual les permitía leer las mentes y corazones de quienes llegaban hasta ellos y, más de uno, estuvo a punto de renunciar a todo, cuando pudo sentir en su interior lo primitivo y oscuro que se escondía bajo la apariencia humanoide. Sin embargo, muchos hijos de los matrimonios mixtos de los comienzos, mantenían una lejana conciencia de su origen estelar que hacía eco en ellos y los llevaba a desear profundizar más en el mensaje y tratar de llevarlo a cabo. Estos se convertían en verdaderos discípulos, aunque no siempre alcanzaban la comprensión plena de las enseñanzas de los Maestros.

Sin embargo, no debía subestimarse el poder de los oscuros quienes, a ese momento, casi dominaban la totalidad de la vida planetaria ocupando los puestos jerárquicos de todas las áreas. Así fue que, más de uno de estos Maestros murió torturado a manos de las turbas ignorantes movidas y manipuladas por el poder involutivo.

Esto no intimidó a muchos de los seguidores que, poco a poco, fueron estableciendo pequeños centros donde llevar a la práctica las enseñanzas que iban recibiendo y tratando de mantener el fuego ardiente de las enseñanzas originales. Cuando los oscuros vieron que, a pesar de sus esfuerzos las cosas salían de su control, decidieron actuar de la forma más efectiva posible. Se infiltraron en esos grupos y comenzaron a organizarlos en instituciones bajo su dominio de manera de terminar dominando y alterando las enseñanzas originales. Lo que estaba llamado a ser puro se convirtió en una bolsa de gatos donde nadie sabía exactamente quién era quién.

Sin embargo, la Confederación había logrado algo que no preveía. La acción de los oscuros les dio un territorio eficiente donde actuar enviando periódicamente Maestros que sacudieran esas instituciones y mostraran la verdad original dentro mismo del dominio del enemigo. Así fue que muchos aparecieron de tiempo en tiempo dando muestras de devoción, de entrega, de rectitud, de Amor Incondicional. Otros fueron agentes de cambio sociales enseñando la no-violencia y la acción correcta. Estuvieron los que hablaron con la Verdad pura y los que trabajaron y movilizaron a los humanoides en aras de la Paz y la Unidad, pero esos fueron asesinados rápidamente. De hecho, sus cuerpos fueron destruidos, pero sus espíritus regresaban inmediatamente a su hogar, para recuperar sus actividades allí.

Al mismo tiempo que la Confederación actuaba de esta manera, los oscuros afianzaban su posición instaurando el concepto de que un ejército bien armado era la mayor fortaleza de una comunidad. Y para lograrlo, generaban guerras aquí y allá, manteniendo a los humanoides ocupados en defenderse o atacar sin posibilidad de pensar en la oportunidad de una vida más trascendente.

Había llegado el momento, entonces, de ofrecer a los nativos, una herramienta que no conocían realmente y que sería de extraordinario poder. Los oscuros dominaban gracias a la ignorancia y la imposibilidad de comunicaciones eficientes, por lo que los galácticos decidieron la introducción de la escritura y de una forma de escritura común a la totalidad de los habitantes del planeta para disparar así la posibilidad de un desarrollo real, ya que cada uno podría enriquecerse con la experiencia e ideas de otros y, con el tiempo, saber qué sucedía en cada rincón del planeta.

La entrada de la escritura les dio a los primeros videntes, la posibilidad de ingresar al planeta. Estos seres tenían una particularidad que era altamente apreciada por la Confederación, y se recurría a ellos sólo en momentos críticos para no alterar las oportunidades de aprendizaje esenciales que todo ser necesita. Vivían en una dimensión temporal totalmente diferente a la de los demás. Habitaban un presente eterno, en el que pasado y futuro confluían como una sola cosa. Eso les permitía ver con absoluta claridad el desenlace cierto de un hecho concreto, ya que lo único que separa causa y consecuencia es el tiempo.

Los videntes tenían, a su vez, una sensibilidad extrema y una percepción e inteligencia que les permitía penetrar los archivos de la creación y tomar de allí cualquier información que necesitaran. Eran verdaderos creadores desde la perspectiva humana porque sabían dónde obtener los conocimientos. Su mente actuaba como un traductor de sus impulsos intuitivos que provenían de su integración a la Conciencia Absoluta de lo que Es.

De modo que, una vez que ellos tomaban forma en el planeta, y comenzaban a desarrollar sus códigos para transmitir la información que debía ser descifrada en el futuro, a su vez, potenciaban el desarrollo de toda ciencia adivinatoria y le daban vuelo.

Muchos de ellos dejaron claro en sus mensajes que los humanoides corrían serio peligro de destruirse totalmente a sí mismos y a su planeta, si, en cierto momento de su evolución, no iniciaban las medidas correctivas, las que debían realizarse rápidamente, o generarían una reacción en cadena imparable. Pero sus avisos no tenían por objetivo castigar o condenar, sino por el contrario, su mayor interés era alertar.

Una vez que ellos comenzaron a actuar y a volverse reconocibles y aceptados por los nativos, una nueva camada de galácticos, comenzó a manifestarse. Traían los mensajes más ocultos, con capacidad para actuar en un área que, hasta el momento al menos, los oscuros ni sospechaban que existiera y no podrían reconocer. Los músicos descendieron al planeta. Se desarrolló así una exquisita combinación de sonidos que atraía la atención de todos, oscuros incluidos, y que era altamente valorada por los nativos de las posiciones más altas, al punto que ellos mismos solicitaban a los músicos la creación de ciertas piezas. El desarrollo de la música fue, quizás, el mayor logro de la Confederación y el que actuaba casi como un broche de oro para todo el plan que estaban llevando a cabo.

Sin embargo, y con el tiempo, esta, la joya más preciada del arte y la de difusión más masiva, caería finalmente también en manos de los oscuros y sería bastardeada y denigrada al punto de mover las fuerzas más bajas e involutivas de la creación haciendo correr riesgo de que todo se perdiera definitivamente.

SEGUNDA PARTE
IX
Mientras tanto, la humanidad del planeta llevaba adelante su vida, zarandeada por las ventajas y desventajas de la lucha entre los dos bandos de la galaxia. Esto era, a la vez, una bendición y una maldición. La batalla entre los galácticos y los oscuros daba a los humanos la oportunidad de obtener lo mejor y lo peor de ambos mundos.

Ya nadie sabía claramente cuáles eran los valores correctos y cuáles los destructivos. Todo había quedado desdibujado en cierto plano de igualdad en que se planteaban conceptos como “sana competencia” o, peor aún, “sana envidia”, perdiendo de vista que la envidia envenena el alma y carece de cualquier potencial creativo o de crecimiento y desarrollo individual y espiritual. La guerra era llevada a cabo en nombre de altos ideales como los religiosos, la defensa de la patria o salvaguardar el honor de algún grupo. La educación era limitada a algunos pocos que pudieran acceder al poder y negada al resto para asegurar que su dominación fuera más efectiva. Nada más útil para el poderoso o dictatorial que una comunidad ignorante e incapaz de pensar por sí misma.

En medio de todo esto, se habían ido creando estructuras y sistemas económicos que, desdibujados bajo el concepto de una mejor organización comunitaria, volvía a todos esclavos de poderes ajenos al humano mismo. El mayor logro fue, quizás, la creación de un medio de pago común a todos que llamaron “moneda”. Con ella se adquirían los productos más necesarios y los menos necesarios también. Con ella se dominaba más efectivamente que con cualquier otra cosa. Bastaba limitar la cantidad de moneda disponible para que la población quedara totalmente dependiente de sus gobernantes. Bastaba distribuirla masivamente, para que la población pensara que ese gobernante era el mejor de todos y el que más se preocupaba por ellos. La moneda terminó siendo el yugo al que todos quedaron sometidos. No sólo permitía dominar a la propia comunidad, sino a otras poblaciones también. Pronto el sistema de préstamos o créditos terminó volviendo a todos esclavos unos de los otros.

El desarrollo de la moneda terminó siendo de resultados nefastos ya que logró destruir el concepto original del valor del humanoide para atar este valor a la cantidad de moneda de la que disponía. No faltaron las creencias encubiertas bajo la forma de religión que afirmaron que quien más tenía era, sin duda, un elegido de Dios. Finalmente, la moneda se convirtió en la medida de todas las cosas y todos los seres. Ya nadie valía por lo que era, sino por lo que tenía. Y, aunque en forma encubierta, quien más tenía se sentía dueño de los demás.

Pronto, la moneda dio el poder de ensalzar la imagen personal. El poder comprar dio a los humanoides la posibilidad de mejorar su aspecto externo, tanto de su propio cuerpo como de los hogares en que vivían o las actividades que llevaban a cabo. Incluso el arte, la música, la arquitectura y hasta las religiones mismas, terminaron siendo dominadas por ella. Muchos comenzaron a comprar obras de arte, no por su valor espiritual ni por la vibración que transmitían sino, simplemente, porque su alto valor los enaltecía ante los ojos de los demás. La música se transformó en un objeto de consumo y hasta se fabricaban intérpretes que atrajeran a la multitud para producir y hacer circular más moneda. La arquitectura olvidó su función de mensajera secreta de profundos mensajes para transformarse en un mercado que permitía ostentar poder por el lujo y las dimensiones de las casas.

La ropa, aquella que debía servir simplemente para cubrir el cuerpo y protegerlo del clima, dándole a la vez la posibilidad de utilizar colores y formas que transmitieran una vibración adecuada, terminó siendo objeto de ostentación, lujo, seducción y sexualidad.

Incluso los vínculos humanos, la reproducción, la sexualidad, hasta la vida y la muerte misma, todo quedó definitivamente sometido y atado a la moneda.

Sin pensarlo ni imaginarlo siquiera, los oscuros habían obtenido una victoria impensada que no era más que el resultado de aquellas acciones originales de alterar la estructura mental de los nativos para favorecer un encadenamiento enfermizo de pensamientos alterados. Habían conseguido, más eficientemente de lo imaginado, el dominio total del planeta sin que los propios humanoides se dieran cuenta.

Esta situación fue percibida con sorpresa por los galácticos que no tenían experiencia reciente en la circulación de moneda, ya que esto había tenido lugar eones de tiempo atrás, y ni registro guardaban de ello. Por eso, recurrieron a sus videntes, los que podían encarnar el ahora absoluto para evaluar los resultados a futuro.

La perspectiva fue desalentadora. Vieron con claridad que el dominio generado por la moneda terminaría destruyendo al planeta mismo. Al volcarse la humanidad de superficie al consumo ilimitado, las reservas forestales, energéticas y de agua quedarían expuestas a la destrucción total. El consumo era una fuente de destrucción masiva de la esencia humana consecuencia directa del nacimiento de la moneda. Nada podría hacerse a corto plazo, y debía evaluarse la forma de insertar nuevos galácticos en la sociedad planetaria para generar cambios de dentro hacia fuera.

X
Esto dejó perpleja a la Confederación y obligó a revisar sus planes. Luego de varios debates, deliberaciones y consultas con los videntes, se decidió redefinir los objetivos. Era cierto que en STL 25 que el aspecto animal del nativo favorecía la mentalidad de los oscuros y se potenciaba por las acciones que ellos habían llevado a cabo muy certeramente. En cierto modo, habían dado más señales de conocimiento de la realidad planetaria que los propios galácticos. No podían subestimarlos más. Por lo tanto, debían iniciarse acciones correctivas apelando a dos fuerzas espirituales que provenían de dos ámbitos diferentes. La primera eran los propios miembros de la Confederación y la segunda, los descendientes de los primeros hijos de los dioses que tenían en sí el eco de una memoria que los unía al cosmos y les hacía sentir la nostalgia de la pertenencia a un sistema o planeta distinto al que habitaban. Esta era una fuerza de extraordinario poder porque ellos reunían lo mejor de ambos mundos. Por un lado, conocían muy bien al planeta y a sus congéneres. Habían vivido vida tras vida todas las desventuras y la evolución que se desarrolló en STL 25, pero a la vez, sabían que su origen trascendía el planeta y lo humano y aspiraban, como ninguno, a trascenderse a sí mismos y devolver al planeta su plena magnificencia y honrarlo por el extraordinario servicio que les había brindado durante tanto tiempo para permitirles evolucionar. Ellos eran el poder secreto que los oscuros no habían logrado dominar plenamente. Tenían la ventaja de conocer bien todas las tentaciones, todas las debilidades, pero también habían logrado comprender la extraordinaria trascendencia de su herencia divina y deseaban manifestarla y expandirla por todo el planeta. Aspiraban, por encima de todas las cosas, a crear un cambio profundo en el planeta y desterrar todas las costumbres y valores que habían denigrado a la humanidad hasta convertirla en objeto de consumo. Sabían que, su primer área de acción, debían ser los niños. Era crítico, para ellos, enseñar y guiar a sus hijos o a sus alumnos de una manera totalmente nueva: con respeto, reconociendo en ellos seres plenos, completos, con una sabiduría inherente a la que honrar y respetar y favoreciendo en cada uno el desarrollo de sus potenciales así como de sus caminos personales.

La Confederación tenía una gran fe en ellos. Sabía que sus encarnaciones habían sido difíciles, llenas de desafíos y sufrimiento, porque habían logrado mantener viva la conciencia de su origen extraplanetario y deseaban profundamente ser plenamente ellos mismos, por lo que habían potenciado sus oportunidades de desarrollo. Ahora estaban listos para encarnar esta nueva fuerza en el planeta.

Se decidió que debía lograrse un acercamiento más efectivo. No podía hacerse sólo en el planeta mismo. Aún cuando siempre habían tenido contactos con algunos nativos, la ridiculización y las burlas de sus congéneres, muchas veces habían perjudicado el objetivo final. Se tomarían nuevas líneas de acción.

Por un lado, se entrenaría a esta fuerza planetaria en el espacio entre vidas para que pudiera regresar a la encarnación mejor preparada y más consciente de su destino. Muchos de ellos, serían entrenados para actuar como contactos auténticos de la Confederación. A su vez, se mantendría su preparación mediante los sueños para mantener fresco el objetivo y el recuerdo de su identidad. Algunos percibirían también la presencia de fuerzas invisibles guiándolos y acompañándolos aún en situaciones difíciles o de aislamiento social. No les sería fácil insertarse en el mundo al que estaban dispuestos a nacer porque la distancia de conciencia entre ambos niveles sería muy marcada, pero tenían la fortaleza interior y el apoyo de la Confederación para superar el desafío.

Esto era una fuente de enorme alegría en la galaxia, porque, finalmente, mostraba que el experimento no había fallado en realidad, y podían unirse a un nuevo tipo de humano enriquecido por una lucha que ellos no conocían y que había desarrollado herramientas y valías espirituales únicas. Por primera vez, surgía una colaboración con una especie distinta, nacida de lo más bajo, y capaz de crecer casi por sí misma en las peores condiciones. Aún cuando la luz del planeta titilaba constantemente en la pantalla de plasma, podía avizorarse que había buenas probabilidades a futuro y que, quizás, de él nacería una humanidad preparada para ser Maestros.

TERCERA PARTE
XI

Se preguntaba qué loca idea la había llevado hasta allí. ¿Cómo había sido posible que pensara que esa era la mejor manera de pasar las vacaciones?

Un par de meses atrás, una compañera de trabajo, le había propuesto viajar con ella a un territorio cruzando el océano, explorar una manera diferente de vivir y disfrutar de lo exótico que pudiera ofrecerles la experiencia. La realidad era que estaba tan cansada de la vida que llevaba y se sentía tan ajena a su trabajo, su familia y su tierra, que aceptó tentada por la idea de encontrar otra realidad. No se sentía con fuerzas para tirar por la borda todo lo que había construido hasta ese momento, pero no podía evitar convivir con un sentimiento constante de inadecuación y frustración. Por momentos, llegaba a su mente la idea de una puerta cerrada frente a ella y se veía a sí misma buscando desesperadamente la llave que la abriera. Sabía que, en algún lugar, lograría encontrarla, pero no sabía dónde.

El último año la rutina diaria se le había vuelto casi intolerable. Podía ver la realidad en la que se sentía sumergida como si fuera un espectador. Le era casi imposible sentirse parte de ese mundo. Estaba hastiada. Veía a sus amigos y familiares repetirse a sí mismos hasta el cansancio, cumpliendo siempre sus roles en la novela familiar y en los rituales inamovibles aunque todos estuvieran cansados de ellos. Era impensable faltar a una reunión de cumpleaños de la bisabuela que, aunque ya rondaba los 100 años, no dejaba de manipular a toda la familia desde su trono matriarcal. Le parecía increíble observar a su madre subordinarse a la abuela tan temerosamente. Los propios nietos y bisnietos cumplían religiosamente horarios que no respetaban en otras situaciones. Se preguntaba qué pasaría con esa familia el día que la bisabuela muriera, quién guiaría a toda esa gente y si la familia lograría recomponerse colocando alguna otra figura de autoridad en su lugar. En el fondo, pensaba, no eran muy distintos de las antiguas tribus, en las que el jefe indio mantenía la cohesión del grupo. Sin embargo, ella nunca se había sentido parte de eso. Los rituales familiares, las obligaciones “morales”, el qué dirán tus tíos o tus primos, nunca habían guiado su pensamiento ni sus sentimientos. Desgraciadamente, y por obediencia a sus padres, y para no parecer la oveja negra de la familia, habían, sí, guiado sus acciones. Había que tener una excusa de excelente calidad para faltar a alguna de las tradicionales reuniones familiares. Y eso solo se lograba si uno estaba en el hospital. Recordaba haber visto a sus primos volando de fiebre, en las reuniones familiares. ¿Valía la pena? Tantas veces se les habían aparecido ante sus ojos nada más que como ovejas siguiendo al pastor. Ninguno parecía tener una vida auténticamente propia. Cada uno era y valía por su pertenencia a la familia.

El exceso de conciencia, el darse cuenta con tanta claridad de todo lo que la rodeaba, se tornaba francamente un calvario. A veces, lograba desahogarse hablando con un par de amigas, cuya situación no era mucho mejor que la suya, pero que, como ella, lograban, al menos, ver el escenario sin quedar absorbidos por la representación.

No le iba mejor en su trabajo. Todos consideraban que era muy afortunada por haberlo conseguido. Era cierto que tenía muy buen sueldo, pero también era cierto que había estudiado y se había sacrificado en muchos sentidos no sólo para conseguirlo, sino también para conservarlo. Cada vez disponía de menos horas libres en los fines de semana por la demanda constante que hacían de ella en su oficina. Y, llegaba tan cansada, que ni siquiera lograba disfrutarlos. Comprendía que, lentamente, iba convirtiéndose en una autómata sin tiempo libre para reflexionar o decidir con claridad qué quería. No le daban tiempo a pensar. Sólo estaba allí para producir. Sentía que iba desapareciendo como persona y comenzaba a ser una computadora más que valía en tanto produjera.

De modo que, cuando su compañera, que ni siquiera era su amiga, le ofreció lanzarse a la aventura, el hartazgo que la dominaba era de tal magnitud que el “sí” salió por sus labios antes que se diera cuenta de lo que estaba haciendo o de lo que ello implicaba.

Cuando contó a sus padres y sus hermanos dónde iría de vacaciones, todos quedaron desconcertados. “No está mal”, pensó para sus adentros. “Por fin algo que les rompe la monotonía”. Sin dudar, todos trataron de desanimarla, sin darse cuenta de que de esa forma estaban realmente empujándola a partir. En el fondo, algo le atraía de esa experiencia. Sabía que, en ese territorio allende el océano, los habitantes tenían un color de piel moreno o cobrizo, muy distinto de la palidez que dominaba en su tierra. De hecho, su continente, había sido siempre dominio de los que, en un pasado remoto, fueron llamados los “pálidos”. Muchas veces, había pensado que debía haber más que una diferencia de color entre ambas tierras. Ella misma no cuajaba exactamente en el modelo de sus congéneres. Aún cuando su familia era muy blanca en general, su piel tenía una coloración más oscura y todos admiraban su cabello castaño lacio, que brillaba con el reflejo del sol. Sus ojos marrones, profundos habían seducido a más de un caballero y sus labios rosados y carnosos no habían dudado en emitir un drástico “NO” cuando intentaban convencerla de casarse con ellos.

Siempre había evitado tomar el compromiso de una pareja. Algo en su interior le insistía en mantener su libertad, su independencia. Cuando reflexionaba en esto, al ver pasar los años, y pensar que ella misma no lograba constituir una familia, se daba cuenta que, de hacerlo, quedaría atrapada en la misma rutina de rituales y tradiciones familiares y su identidad quedaría totalmente opacada. Además, su familia era tan grande, que no hacía falta aumentarla más. Los pensamientos más irónicos llegaban a su mente cuando pensaba en ellos.

De modo que, después de una serie de vacunaciones, consejos, ropa nueva adecuada para el viaje y el placer desmedido de romper la tradición, partió en avión de una compañía desconocida con su compañera que era casi tan desconocida para ella como la compañía de aviación.

Durante el vuelo, agitado cada tanto por las turbulencias, tuvo oportunidad de conocer a su compañera. Era una mujer extraña. Aunque parecía más o menos igual que todos los que conocía, su manera de expresarse, las palabras y las ideas que tenía eran bien diferentes. Hablaba con toda naturalidad de “estar encarnado”, de haber venido a la vida con una “misión” a cumplir, de vínculos invisibles entre las personas que trascienden los lazos de sangre, incluso hasta incluyó una palabra totalmente desconocida para ella: “karma”. Cuando le preguntó por el significado, la otra se la quedó mirando. ¿Acaso era posible que no supiera? “¡Causa y efecto, querida, causa y efecto!” le dijo y continuó explicándole la idea en detalle. De a poco, su mente se encontró transportada a una realidad totalmente distinta de la que conocía. Cuando casi estaban por aterrizar, quiso saber por qué la había invitado al viaje. “No lo sé, no tengo idea, mis ojos se posaron en ti y lo supe. La razón vas a tener que encontrarla tú misma. Yo no tengo por qué saberla”.

Le sonó descortés y, por un momento, se sintió librada a su suerte. Su familia hubiera desaprobado absolutamente semejante respuesta. Y, hubieran tenido razón. De pronto comprendió en lo que se había metido. Y se asustó. Pensó seriamente en tomar el siguiente avión de regreso y olvidarlo todo. Pero, al mismo tiempo, supo que esa oportunidad no volvería a presentarse en su vida y, si lo que su compañera decía era cierto, y debía serlo porque había resonado en su interior, tenía que averiguar por qué estaba allí.

XII
Una vez que el avión tocó tierra, se asomó por la ventanilla para tratar de adivinar cómo era el lugar al que habían llegado. Hacia el horizonte, se divisaban altas montañas indudablemente cubiertas por una vegetación espesa, por el color verde que las cubría. El cielo se veía increíblemente celeste y las escasas nubes parecían auténticos pompones de algodón brillantes. No se parecía en nada a su tierra ni a nada que hubiera conocido antes. Aunque también era cierto que tantas demandas laborales y familiares no le habían dado oportunidad de viajar demasiado lejos.

El edificio que debía ser la terminal, se veía muy sencillo y con una construcción que, sin llegar a ser precaria, parecía merecer una renovación. Entonces vio dos hombres, arrastrando una escalera con ruedas hacia el avión. No comprendía qué estaban haciendo hasta que vio abrir la puerta del avión para que descendieran por ella. Mientras tanto, los hombres retiraban los equipajes y los colocaban a un costado del avión para que cada uno buscara el suyo. No estaba segura si se sentía atontada por el viaje o por la forma tan distinta que tenían de recibir un vuelo o, quizás, por el calor al que no estaba en absoluto acostumbrada, pero todo le parecía sumamente desorientador. Chocaban ambos mundos: las costumbres y los esquemas que había mamado desde niña con el orden totalmente opuesto que observaba aquí.

Una vez retirados los bolsos y presentados sus documentos, su compañera la guió hasta un poste color amarillo y negro. Allí habló con un hombre en un idioma que desconocía y pronto un auto negro, antiguo y de bocina muy aguda, apareció ante ellas para llevarlas al hotel. Al ver el auto se preguntó inmediatamente cómo sería el hotel. Era obvio que el lujo y el dinero no dominaban en esta tierra. Se preparó para lo peor. E hizo bien. Lo peor, en su tierra, era de lo mejor en esta. El hotel era una construcción de un par de pisos, contando la planta baja, con techo de metal, y un cuidado jardín al frente. Al entrar, todo relucía y ponía de manifiesto la absoluta sencillez de la construcción. Sin embargo, la calidez de la gente al recibirlas mostraba un aspecto que tornaba todo lo demás, pura apariencia sin importancia.

Les dieron una habitación con un par de camas y una pequeña mesa. La ventana miraba hacia las montañas y esa vista le parecía un regalo del cielo. El placard alcanzaba bien para ambas, pero el baño… no había baño en esa habitación. Debían caminar por el pasillo, hasta el final, y esperar que nadie más lo estuviera utilizando en el momento en que lo necesitaran. No lo podía creer. En su tierra eso nunca hubiera sucedido. Era un desafío para ella. Debería compartir el baño con quién sabía cuánta gente más y ni pensar en qué estado lo dejarían. Pero, para su sorpresa, estaba impecable. Nunca, jamás, lo encontró sucio ni desordenado. Quizás, comprendió, hay más de una forma de hacer las cosas. Y, quizás, las verdades que le habían inculcado, no eran las únicas. El auténtico desafío que se le presentaba no estaba en las construcciones o costumbres nuevas sino en cómo desafiaban sus creencias y sus propios esquemas mentales. Era obligada a adaptarse constantemente a una nueva forma de ver y vivir la vida.

El resto del día lo dedicaron a recorrer las calles aledañas para familiarizarse con el barrio en el que estaban y los negocios del lugar. Estaban demasiado cansadas para aventurarse a conocer más en profundidad. El viaje había sido muy largo y debían adaptarse al clima totalmente distinto de su territorio de origen. Se dirigieron al hotel al atardecer y pidieron algo de comer. En la entrada, en un sector alejado de la puerta, unas pocas mesas hacían de comedor. Se sentaron allí, y, cuando ya pensaban que se habían olvidado de ellas, una mujer de baja estatura y anchas caderas, vistiendo una pollera de colores y una camisa blanca inmaculada, de cuello redondo, se acercó a ellas con una gran sonrisa. Colocó un par de platos en la mesa. “Un plato típico”, les dijo. Toda clase de colores cubrían la superficie del plato. Pensaron en su país, donde la comida era muy sofisticada, pero no tan colorida. Se miraron antes de comenzar a comer. ¿Quién sería la valiente que lo probara primero? “Al mismo tiempo”, dijeron mientras se reían de sí mismas. Por primera vez, comenzaban a sentirse amigas y no tan solo compañeras.

XIII
A la mañana siguiente, el reloj sonó muy temprano. No podía creer que estuviera despertándose aún antes de la hora en que lo hacía cuando iba a trabajar. Su amiga había combinado una serie de excursiones antes de llegar, y tenían el tiempo justo para vestirse, desayunar y salir. Estuvo a punto de abandonarlo todo. ¿Para qué tomaba vacaciones si había que madrugar? Hasta ese momento, el mejor plan de vacaciones que había tenido era levantarse tarde, no mirar el reloj en todo el día, y sólo hacer lo que le viniera en gana. Cuando viajaba, nunca contrataba excursiones de antemano. Pero su amiga tenía razón. Era difícil pensar en que algún día volverían, y había que verlo y aprovecharlo todo.

Su guía resultó ser un hombre entrado en años. Demasiado entrado en años, pensó ella. En su hogar, estaría haciendo actividades fuera de la vista del público. No estaba bien mostrar a la gente mayor a los clientes. Los jóvenes siempre eran los preferidos. Su piel firme, su mirada brillante, su hablar rápido y seguro eran considerados una garantía de éxito cuando se trataba de captar y mantener a los clientes. Era cierto que les faltaba experiencia, pero la gente lo sabía, por eso, en general, no se esperaba demasiado de ellos. Cuando no sabían algo, una simple llamada telefónica lo ponía en contacto con alguien mayor que le diera toda la información necesaria.

El hombre no era muy alto, su piel morena, sus ojos marrones tan oscuros que casi parecían negros, el pelo entrecano y largo. Cuando llegaron a la puerta del hotel, ya las estaba esperando parado junto a una vieja camioneta sin techo. Se acercó a ellas con una sonrisa franca, pero no exagerada y estrechó sus manos en señal de saludo. En ese momento, sus ojos se clavaron en los suyos. Le pareció que eran muy profundos, y una sensación muy extraña la recorrió. Sintió que penetraba en un laberinto casi sin fin que la llevaba a zonas insospechadas. Algo en su interior le dijo que él se había dado cuenta de lo sucedido, aún cuando no hizo el menor gesto, ni articuló una sola palabra. Y, de haberlo hecho, hubiera sido inútil, porque ella no hablaba su idioma.

Subieron a la camioneta y se dirigieron hacia una calle lateral que les permitió recorrer todo el poblado. Pudo darse cuenta de dónde estaba realmente. Todo era tan distinto. Ninguna construcción tenía más de dos pisos. Eran muy sencillas y estaban pintadas de colores pasteles que no herían la vista pero hacían el paisaje más pintoresco. Tenían veredas muy angostas y la mayoría de ellos caminaban indistintamente por la calle o la vereda. Su camioneta avanzaba despacio, por lo que no eran un gran riesgo para la seguridad de los demás. La gente también andaba a paso sereno. Nadie parecía estar demasiado ocupado ni demasiado apurado. No parecían tener ningún inconveniente en detenerse a hablar entre ellos, como si el tiempo les perteneciera. Las mujeres usaban polleras coloridas como la mujer del hotel, y casi todas camisas de cuellos redondos y grandes mangas cortas abollonadas con volados o vivos de colores. Muchos de ellos andaban descalzos, especialmente los niños. Le preguntó a su amiga si eran muy pobres. Pero le explicó que era tradición dejar que los chicos jugaran libremente y pudieran sentir la tierra bajo sus pies.

Los hombres andaban en camiones o camionetas como en la que ellas iban, cargados de herramientas para trabajar en el campo.

En medio de ese panorama tan extraño, con un ritmo tan distinto, la risa de los chicos en la calle y sus gritos parecían dar vida al poblado entero. Nunca había visto tantos niños en las calles y, mucho menos, jugando y riendo. Le preguntó al guía, traducción mediante de su amiga, si no había escuelas en ese poblado. “Sí, las hay, y son muy buenas”, le contestó. Cuando se dio cuenta que ella no comprendía por qué a esa hora del día ellos no estaban en sus colegios, se largó a reír. Le contó que sus escuelas no tenían horarios demasiado largos, y que no todos iban en el mismo horario. Los más pequeños, asistían un par de horas, para ir aprendiendo lo básico; los juegos, la música, la vida familiar y de la comunidad enseñaba el resto. A medida que crecían, se iba extendiendo el horario de clases, pero respetando siempre la necesidad de jugar y de compartir con la familia y los amigos y vecinos. Allí todo se compartía, y todos se sentían responsables de la educación y formación de los chicos. Por lo tanto, no tenía sentido tenerlos encerrados por horas. La comunidad aportaba el resto.

Pensó que eso explicaba la pobreza de esa gente, y lo austero de su vida, pero al mismo tiempo tuvo que admitir que el sonido de las risas y el griterío eran sumamente agradables y hasta alegraba el corazón. Su mente voló a su territorio donde todo era tan distinto. Visto a la distancia todo parecía tan gris, apagado y rutinario, sin vida, sin creatividad, sin futuro. Todos trabajando y trabajando para… ¿para qué? Entonces, una extraña sensación recorrió su estómago. Un frío, un vacío, un ligero temor, la toma de conciencia de la extrema diferencia entre ambos territorios y una pregunta que ya empezaba a asomar en su mente: ¿qué sentiría al volver?

No sólo la ropa y los sonidos de la gente le abrieron un mundo nuevo, sino la propia naturaleza la invadió con colores, cantos y sonidos que casi nunca había experimentado. Al salir del poblado, y comenzar a recorrer las plantaciones que lo rodeaban, los verdes, dorados, el marrón profundo de la tierra, los colores brillantes de las aves que se cruzaban en su camino, el arrullo de pequeños arroyuelos que aparecían aquí y allá, hicieron que sus sentidos alcanzaran una vivencia totalmente nueva de la vida. Todo parecía realmente vivo, con una fuerza tan auténtica, tan concreta. Hasta el intenso calor, aunque por momentos las agobiara, las hacia volverse conscientes de sí mismas, de su cuerpo, de sus necesidades auténticas.

Se detuvieron a almorzar en una cabaña, entrando en una pequeña plantación de frutas. El matrimonio, dueño de casa, salió a su encuentro. Se acomodaron en una mesa al aire libre, bajo la sombra y la brisa suave de los árboles. Pusieron todos los platos disponibles sobre la mesa, y se sentaron a compartir y a disfrutar de una comida entre amigos y una buena charla. Su amiga le traducía todo lo que podía, pero en cierta forma agradecía no manejar el idioma, porque le daba la oportunidad de abrirse más profundamente a lo que sentía y a todo lo que estaba sucediendo en su interior. De alguna manera, cada experiencia que estaba teniendo en ese viaje, la acercaba más y más a sí misma.

Nunca se había planteado seriamente si había una forma diferente de vivir de aquella que llevaba en su territorio. Pero la pregunta había estado implícita dentro suyo toda su vida. Ahora, la respuesta le golpeaba la cara. Sí, era posible y, la siguiente pregunta se tornaba entonces, inevitable, ¿podría ella vivir la vida que llevaba esta gente? Era simple imaginar que sí, pero pensando a largo plazo, sin el estímulo de desarrollar nuevos proyectos o de alcanzar mejores posiciones, o, simplemente, de tener libre acceso a todo lo que se producía en el mundo a cada minuto, no parecía tan sencillo. La vida de esa gente daba la sensación de no progresar mayormente, de no llegar a ningún lugar concreto. Parecían, simplemente, estar. Sabía que su espíritu era inquieto y que no se conformaba con una vida tan simple. Pero al mismo tiempo, algo le decía que allí estaba el secreto que siempre había buscado. De hecho, su apariencia ni siquiera era tan diferente. El guía ya le había preguntado si alguno de sus ancestros había nacido en esa tierra, ya que su piel, sus ojos, y su pelo eran tan parecidos a los de los nativos.

La comida se prolongó hasta la tarde y eso fue toda una revelación para ambas, tan acostumbradas estaban a comer rápidamente para seguir trabajando. Sospecharon que, si se acostumbraban demasiado a ese estilo relajado de vida, les sería imposible regresar.

Las invitaron a quedarse a disfrutar de la puesta del sol. Era una experiencia inédita para ellas. En su propio territorio, el sol no abundaba, y debido a las grandes construcciones, ni soñar con ver el amanecer o el atardecer. Aceptaron sabiendo que, quizás sería la única vez en sus vidas que podrían darse ese placer.

La vista fue hermosa. Sus anfitriones permanecieron callados detrás de ellas, dejándolas embeberse de la belleza que ellos disfrutaban y honraban diariamente. Sabían que estaban ofreciéndoles uno de los mayores regalos que podían darles.

Cuando, finalmente, se prepararon para partir, les obsequiaron unas mantas bordadas a mano de hermosos colores para las noches frescas y para que las abrigaran cuando volvieran a su hogar.

Al llegar al hotel, se dirigieron de inmediato a su habitación. Estaban calladas. Cada una permitiéndose sentir la riqueza de todo lo que habían experimentado. Pensaron en acostarse temprano, pero el dueño del hotel llamó a la puerta ofreciéndoles tomar una bebida fresca en el jardín mientras contemplaban las estrellas. Al salir, tomaron asiento en unas reposeras que les permitían relajarse mientras dirigían sus miradas al cielo. Se apagaron todas las luces del hotel, y las estrellas se volvieron visibles. No podían ni hablar. Nunca se habían detenido a mirar el cielo por la noche. O estaban en sus casas o en alguna reunión, o, simplemente, las luces de la ciudad ocultaban el cielo. Casi como que, en toda su vida, ni se habían dado cuenta que había un cielo sobre sus cabezas.

Utilizaron sus mantas nuevas para taparse, ya que el calor del día era reemplazado por un frío muy agradable que refrescaba el cuerpo y permitía descansar. Se quedaron dormidas al aire libre, cobijadas por las estrellas y la sabiduría de siglos que, sin ellas saberlo, comenzaba a marcar sus caminos.

XIV
Los próximos días transcurrieron en excursiones que las acercaron a conocer los poblados vecinos y sus costumbres. Entraron en contacto con artesanos, músicos y chamanes. A medida que el tiempo pasaba se sentían cada vez más familiarizadas con el estilo de vida y los valores de esa gente. Una noche, cuando ya cansadas, se acostaron, comenzaron a hablar entre ellas. La pregunta que ambas se hacían era una sola: ¿Podrían regresar a su vida anterior? ¿Cómo sería ahora reincorporarse al trabajo en una oficina, trasladarse constantemente en autos o trenes y contemplar los rostros pálidos de sus familiares y amigos? Y el sol, ¿cómo vivir con tan poco sol y tan pocos colores?

Permanecieron en silencio, cada una de ellas contemplando el techo de la habitación, con la mirada perdida siguiendo los pensamientos que cruzaban por sus mentes. Nunca habían sospechado que los territorios más allá de los océanos fueran tan distintos. Era un auténtico descubrimiento que habría sus horizontes, afectando su manera de pensar y de sentir. El mundo tomaba ahora una dimensión diferente que les permitía ponerse en contacto con una nueva dimensión personal. No sólo habían descubierto el otro lado del mundo, habían descubierto el otro lado de sí mismas. Innumerables vivencias nuevas habían acompañado a cada excursión y, de a poco, fueron descubriendo también una dimensión humana a la que pocos, muy pocos, tenían acceso en su territorio. La gente parecía estar viviendo más pobremente, eso era cierto, pero a su vez, la sencillez de sus vidas los abría a un contacto mucho más humano y a una unidad con todo lo que los rodeaba que daba a la vida un sentido de continuidad y armonía. Mientras que ellos, sólo corrían de aquí para allá, produciendo y produciendo, casi sin tiempo para descubrir sus propios sentimientos. Todo parecía estar extremadamente pautado en los valores y mandatos que se transmitían desde la educación hasta en la familia. Casi nadie parecía poder escapar. Por otro lado, también estas nuevas comunidades parecían atadas, aunque por razones diferentes. Pero, de todos modos, gozaban de una libertad que ellos no tenían: la libertad de ser ellos mismos y de, si lo deseaban, entrar en contacto con una dimensión aún más profunda de la vida.

Sin embargo, era evidente que ni uno ni otro eran perfectos en sí mismos, sino como dos caras de una misma moneda y lo más valioso sería encontrar la manera de integrar ambos o encontrar una síntesis entre ellos.

XV
El último día de su estadía lo habían dejado libre para recorrer el poblado por última vez y descansar antes del largo viaje de regreso, ya que deberían volver a trabajar de inmediato. Sin embargo, cuando ya tenían sus bolsos listos y se disponían a salir a caminar, su guía, quien no se había despedido de ellas el día anterior, apareció por el hotel a ofrecerles un último paseo, gratis, a una región a la que ningún turista accedía jamás.

Tentadas por semejante ofrecimiento, ambas decidieron acompañarlo. Tenían una gran confianza en él que se había comportado siempre casi como un padre y maestro para ellas, aunque con una actitud de enorme humildad. Subieron, por última vez a la camioneta y partieron adentrándose en la selva a medida que avanzaban y el camino iba borrándose. De no haber sido por el vínculo que habían creado en esos últimos días, se hubieran bajado y regresado al hotel. Sin embargo, esta idea ni siquiera pasaba por sus cabezas.

Al avanzar, la vegetación se volvía cada vez más tupida, con enormes hojas y árboles que obstaculizaban el camino, hasta que finalmente, dejaron la camioneta y siguieron a pie, cada uno con un machete en mano para ir abriéndose paso. Los acompañaba el canto de toda clase de aves e insectos. A poco de andar, el sonido de agua cayendo fue tomando más y más fuerza hasta que tuvieron a la vista una catarata de una belleza extraordinaria. Caía desde una gran altura, con maravillosa majestuosidad, y dibujaba líneas de espuma al chocar contra el agua del río que ella misma formaba a sus pies.

Cuando ella la vio, cayó de rodillas y comenzó a llorar. No sabía por qué. Sólo sentía que luego de un viaje que había durado siglos, por primera vez estaba nuevamente en su hogar. Su amiga, en cambio, quedó petrificada. Sus ojos no dejaban de mirar la catarata, pero el miedo y la sorpresa dominaban su rostro. No dijeron ni una palabra. Ninguna le preguntó a la otra qué le sucedía. Su guía, unos pasos más atrás, sólo observaba.

Lloró un buen rato, como descargando el tremendo peso que había estado llevando sobre sus hombros durante, al menos, toda su vida. De a poco, a medida que se calmaba, volvió a contemplar la cascada que le parecía brillar como adornada con cientos de pequeños diamantes deslizándose por la pendiente. Se puso de pie y comenzó a andar, sin recordar a su compañera ni a su guía. Una fuerza más poderosa brotaba de su interior y la guiaba. Por primera vez no parecía necesitar a nadie en esa tierra extraña. Una sensación de alegría comenzaba a brotar en su corazón. Se sentía plena, en armonía consigo misma, aún cuando era consciente que se trataba de algo sólo pasajero y cuyo origen no podía precisar. Era como si supiera dónde estaba y hacia dónde se dirigía.

Mientras tanto, su compañera emitió, en un tono seco y cortante, que nada tenía que ver con sus charlas anteriores, un “¡Yo me voy!”. El guía trató de detenerla explicándole que no podía dejar a su amiga sola allí. Pero ella ya no recordaba que eran amigas, sólo eran compañeras de trabajo que se habían metido en una loca aventura, y no estaba tan loca para seguirla. Lo acusó de haberlas guiado hacia allí con intenciones oscuras y que no sería cómplice de semejante situación ni se dejaría arrastrar por él. Ella no era tan ingenua como su compañera. Tenía un vuelo que tomar y no estaba dispuesta a perderlo. Comenzó a caminar en dirección a la camioneta. Habían dejado marcas en los árboles durante el camino, para no perderse, por lo que sólo tuvo que seguirlas, para, varias horas después, lograr llegar al hotel. El guía se acomodó a los pies de un árbol que proyectaba una gran sombra, muy cerca de la orilla del río, bajó su gorra para cubrir los ojos y descansar hasta que la otra joven regresara. Su misión era estar allí para cuando ella estuviera lista para volver. Cada uno recorre su camino y es responsable por lo que elige. Ella eligió avanzar, y él estaba para servirla.

Mientras tanto, la joven había llegado hasta los pies de la catarata. Su mirada revisaba el lugar preguntándose cómo atravesarla. Algo en su interior le decía que había una cueva allí a la que debía penetrar. Entonces, apareció un hombre caminando desde el otro extremo de donde ella estaba. Parecía buscar lo mismo que ella, pero, para su sorpresa, lo vio convertirse en agua y fundirse con la catarata. Su mente se paralizó. De pronto, la noción de espacio, de tiempo, todo había desaparecido. El orden lógico se había esfumado. Comprendió que él tenía razón, la forma de pasar era fundirse. Nunca recordó con claridad qué hizo o cómo fue, pero enseguida se encontró tras la cortina de agua, en una caverna cuya entrada tenía forma ojival. La luz entraba desde el exterior permitiendo ver con suficiente claridad. Se preguntaba dónde estaría el hombre que había entrado antes que ella. Permaneció por unos momentos mirando a su alrededor. Se abrían varios caminos ante ella. Y sin embargo, había uno solo para recorrer. Se dirigió hacia el que estaba adelante y a la izquierda. El techo se volvía más bajo cada vez, pero no le obstaculizaba el avance. Pronto se encontró descendiendo por una especie de tobogán cavado en la roca que no había podido ver por la ilusión que la luz provocaba en el interior. De hecho, no tenía claro de dónde provenía esa tenue luz que mantenía visible el camino, a pesar de haber avanzado tanto en el interior de la cueva. Al llegar al final del tobogán, se encontró con un pequeño riacho de aguas muy frescas por el que caminó siguiendo la corriente. De a poco, la luz fue volviéndose levemente más intensa y tomando una coloración ligeramente dorada. Su mente sabía que no era posible que hubiese luz en ese lugar, pero ella sabía, en lo más profundo de su ser, que eso no tenía ninguna importancia y que, más allá de lo que su ciencia supiera, había una sabiduría mucho mayor aún que lograba lo que los hombres no podían.

El riacho la condujo a una abertura más pequeña, a un costado de la pared de roca, de dónde emanaba una intensa luz. Pasó a través de ella para encontrar como una habitación cavada allí con exquisita perfección y proporciones exactas. En sus paredes, pequeños nichos conteniendo lo que parecían ser piedras de distintos colores y tamaños. En el centro, una gran mesa no muy alta, y con una sola gran pata central, de un material extraño, que reflejaba los colores de las piedras, sostenía un gran libro. Sus tapas, en apariencia de cuero, contenían símbolos que no había visto nunca. Lo abrió con gran cuidado y descubrió que la totalidad del libro estaba escrito utilizando esos símbolos.

Se sintió frustrada, sabía que estaba a punto de encontrar una verdad que ella llevaba en su interior y que no había sido capaz de ver hasta entonces. No sabía qué hacer. Deseaba a toda costa penetrar el secreto del libro. No podía irse de allí. No se iría hasta que obtuviera lo que buscaba y lo que la había llevado hasta ese lugar. Entonces se dio cuenta. Recordó el día que conoció al guía y la sensación que había experimentado. No había sido casual. Nada en ese viaje había sido casual. Se sentó contra una de las paredes, con la vista fija en el libro, mientras comenzaba a rememorar todo lo que había sucedido desde que su compañera la había invitado a viajar con ella. ¿Qué la había llevado a aceptar el ofrecimiento? Tomó conciencia de ese sentimiento tan profundo que había estado experimentando desde un tiempo antes de viajar: el de encontrarse parada frente a una puerta, la puerta que abriría el auténtico potencial de su interior, la que daría un giro a su vida, pero cuya llave no encontraba. Sabía que estaba al comienzo de algo, sabía que algo en su vida podía llegar a encontrar el rumbo correcto, pero no sabía cómo hacerlo. Y ahora se encontraba en la misma situación. Sabía positivamente que el libro contenía esa llave, pero era incapaz de comprender los símbolos. Debía haber una manera, debía haberla.

Dejó que su mente jugara con todas las opciones posibles, y también la oyó evaluar qué pasaría si permanecía mucho tiempo allí, dónde estaría el guía y cómo haría para regresar a su hogar. Pero no le importó. Se jugaba su futuro, su destino, el sentido entero de su vida. Y eso valía más que cualquier otra cosa.

Finalmente, comprendió que no tenía forma de leerlo y comenzó a llorar. Lloraba en duelo por sí misma, por su alma, por su futuro. Lamentaba un pasado desperdiciado en una sociedad que no le había dado espacio para su plena manifestación. Lloraba por haber descubierto la oportunidad de cambiar, y estar perdiéndola tan lastimosamente.

De a poco, se quedó dormida. Al momento se vio a sí misma, encarnada en luz. Así era. Su cuerpo se había transformado íntegramente en luz. Su conciencia se expresaba y manifestaba en plenitud en él, sin la interferencia de la mente. Sintió cómo, al ser conciencia pura, era una con la Conciencia Universal. Comprendió su Ser auténtico y la elección que había hecho al tomar forma humana y venir a la encarnación. Experimentó el mundo de las Esencias Puras, allí donde todo es Uno y la Verdad es Una. Ya no estaba limitada por su dimensión humana, ni por su mente. No había un planeta, ni un adentro ni un afuera. Su propia luz se había expandido hasta abarcar la totalidad de la Creación de la cual ella misma era una parte. Comprendió con claridad que nada la separaba de nada ni de nadie. Que cada uno es una parte integrante de ese Todo y que la acción de cada uno es la acción del Todo. Comprendió la ilusión de la manifestación y el objetivo final de trascenderla. En su plena Conciencia, pidió retener la habilidad que le permitiera leer el libro. Traer a la ilusión el Conocimiento de la Esencia.

Cuando despertó (aunque no podía decir que hubiera dormido, tan clara era su conciencia de lo sucedido), fue directamente hacia el libro e inmediatamente todo se volvió claro para ella. Comenzaba con un título que le era bien conocido: “Los Hijos de los Dioses”.

A medida que avanzaba la lectura, los recuerdos de un pasado lejano se volvían más claros para ella. Lo que siempre había sabido en su interior, finalmente, podía ser expresado con palabras. Sabía que su origen estaba más allá de todo lo conocido, y sin embargo, no era distinto del lugar mismo en que se encontraba. Porque, en esencia, y no debía ser nunca olvidado, la Creación entera es Una sola. No hay nada que ella no sea ni nada que no esté en ella.

Cuando terminó de leer, comprendió que el territorio donde vivía era el que había pertenecido originariamente a los pálidos y ella había podido hacer el viaje para recuperar y sintetizar en sí misma, la sabiduría y unión con la tierra del territorio allende el océano. Comprendió también que formaba parte de esta camada de almas que habían tomado el compromiso de volver al planeta para ayudar a despertar y recordar el hogar. No importaba si era un galáctico o un descendiente de las primeras uniones mixtas. Lo que sí importaba era que ya sabía y podía, ahora sí, encontrar su lugar en el mundo y en la vida misma.

Dejó el libro en la mesa nuevamente. Había encontrado la llave y la puerta se había abierto. Podía regresar, aunque no supiera cómo iba a vivir a partir de entonces.

Salió por la entrada de la habitación y buscó el riacho que la había llevado hasta allí. Cuando se encontró a los pies del tobogán se preguntó cómo haría para subir ya que la pendiente era bastante empinada y lisa. Entonces, el agua del riacho comenzó a concentrarse a sus pies mientras lentamente iba dibujando escalones de agua que le permitían ascender para volver al camino inicial. Nada la sorprendía. Sabía que lo mágico no es más que la manifestación de la Totalidad, de la Conciencia Unificada. Al llegar arriba, el último escalón absorbió la totalidad del agua y tomó forma frente a ella. El hombre que había visto penetrar en la cascada estaba allí junto a ella. Hubo un reconocimiento inmediato. Milenios de recuerdos compartidos parecían sintetizarse en apenas un minuto. “Cuando comprendes la ilusión, no hay magia, no hay ciencia. Hay Dios. Tú eres Dios y yo también”. En un segundo, volvió a su forma anterior y se deslizó por el tobogán, para recuperar su función de guardián del Libro.

Ya no tendría problemas para atravesar nuevamente la catarata. Al salir, la luna iluminaba el río y nuevos sonidos llenaba el aire. Su guía estaba allí, esperándola, con una gran sonrisa. “Algunos de nosotros conocemos los secretos”, le dijo, “Era tiempo que recordaras”. Se dieron un largo abrazo. Podía ver en sus ojos, que también ellos llevaban miles de caminos recorridos juntos.

No se sorprendió por la partida de su compañera. Más bien, la había sorprendido la apertura que había mostrado hasta ese momento. Siempre la había considerado materialista aunque con bondad en su corazón, pero una bondad que no podía ver ni valorar.
Al día siguiente, tomó su vuelo de regreso. Se preguntó cómo había hecho su amiga para regresar ya que no la vio en el aeropuerto ni el avión. Lentamente, la experiencia que había vivido iba integrándose en su interior y su mente tenía tiempo para concentrarse en algunos aspectos más urgentes. Y el primero era ¿cómo organizaría su vida a partir de ahora? Le parecía imposible volver a su rutina anterior. Sin embargo, al día siguiente, estuvo puntual en su trabajo como siempre. Al principio le parecía que toda estaba igual, pero a medida que pasaban las horas, iba sintiéndose mal. Un sentimiento de cansancio, de abatimiento, un malestar en la boca del estómago, la obligó a retirarse antes.

Al llegar a su casa, dejó todo y se sentó en silencio, en la semipenumbra, tratando de encontrar respuesta a lo que le sucedía. Las imágenes de su experiencia en la caverna venían una y otra vez a su mente y le permitían descubrir nuevas facetas cada vez. Comprendió que no podía seguir como antes. Tenía claro que era tiempo de presentar su renuncia. Sin embargo, no veía aún hacia dónde dirigir sus pasos. Pensó en el arte. El arte es creación y en él, la conciencia se funde en la Conciencia, la Sabiduría toma forma en la ilusión y se muestra a sí misma en un lenguaje casi mágico.

Ese sería su comienzo. Tenía que encontrar la forma de sintetizar ambos mundos, de mostrar a su pueblo una dimensión de sus vidas que había estado muerta, olvidada. Podía convertirse a sí misma en un agente de cambio, pero para eso, ella misma debía cambiar.

Al día siguiente, se dirigió a su trabajo, vistiendo algunas de las ropas que había traído del viaje. Nadie dejaba de mirarla. La soltura, la sonrisa y la alegría de los colores marcaban un contraste dramático. Preguntó por su compañera a quien no había visto desde el día en la selva. Le contaron que estaba enferma. En apariencia, algo la había afectado fuertemente y había tenido una crisis nerviosa al llegar. Estaba en una unidad psiquiátrica, medicada y tratando de recuperar su orden mental.

Sonrió al escucharlo. Sintió ternura y pena al mismo tiempo. Si ella se hubiese abierto al camino que ella misma había atraído a su vida, si hubiese aceptado recorrer el camino que su alma le pedía, no hubiera entrado en crisis. Deseó que, en algún momento, renunciara a su ego, a sus miedos, y aceptara la real misión de su alma. Si así fuera, todo se le allanaría.

Sus compañeros quedaron atónitos cuando les avisó de su renuncia. Oyó a algunos murmurar que alguna cosa grave había sucedido en ese viaje porque ambas habían vuelto locas: una incapaz de sostenerse a sí misma, la otra renunciando a todo.

Se sintió extraordinariamente libre al hacerlo. Había dado un gran paso. Ahora debía saber cuál era el próximo. Se sentó a saborear, de verdad, un café ya que casi siempre lo hacía a las apuradas. Miraba por la ventana, sólo observando pasar a la gente, cuando algunas ideas comenzaron a tomar forma. Quizás sería buena idea mudarse al sur oeste de su territorio. Allí el clima era más agradable y la vegetación más rica. La vida se volvía más relajada, casi como una transición entre los dos mundos que ya conocía bien. Siempre le había gustado pintar. ¿Sería bueno aprender o debía sólo seguir su instinto? Probaría. Primero su instinto, y si eso no le era suficiente, aprendería.

Pensó en escribir. Siempre había sido buena para eso. Le permitiría poner sus ideas en orden y liberar una parte de sí misma. Abrió su bolso y, de entre las cosas que retirara de su oficina, sacó un block y una lapicera.

“Se llamará “Zoom, el ojo del observador””, se dijo. Y comenzó a escribir:

“Había terminado temprano. El aire era frío y penetraba los abrigos hasta los huesos mismos. Una muy fina llovizna golpeaba el rostro profundizando la sensación de frío……”

XVI
Ahora bien, es tiempo, lector de que plantees a ti mismo, en qué sector de esta sociedad estás. La historia que acabas de leer tiene mucho que ver con el planeta en que vives. Los cambios que describimos forman parte de tu sociedad actual y están teniendo lugar en todos los países a la vez. Puedes llamar a estas nuevas generaciones galácticas, índigos, niños, nuevos humanos, como tú quieras, pero la realidad es que tienes entre manos una auténtica revolución de la conciencia de la que tu propio planeta forma parte. Es tiempo de que aceptes la realidad en que estás viviendo. Ya no puedes seguir culpando al mundo y a los demás de lo que sucede a tu alrededor.

¿Dónde está tu conciencia? ¿Dónde está? Es crítico que contestes esta pregunta con absoluta sinceridad ante ti mismo. Ya no puedes seguir engañándote. No es accidente ni un capricho de la naturaleza que tu planeta se vea sacudido por cambios constantes. No son sólo los cambios climáticos, los terremotos o los tsunamis. No es sólo el terrorismo o la droga. El planeta en que vives es un ser vivo, no una roca sólida flotando en el infinito de la creación. Cada uno de los planetas que conoces, y los que conocerás cuando tu conciencia se expanda y logres ver lo que aún es invisible a tus ojos, es un ser viviente llevando a cabo su propia evolución de conciencia.

Tu mente limitada te ha encerrado en un universo de tres dimensiones que te impide comprender aquello que la trasciende. Pero has de saber que el universo tiene mucho más que estas tres dimensiones y la vida se desarrolla en una infinita gama de posibilidades. ¡Abre tu mente! Abre tu mente, para que puedas abrirte a la necesidad de abrir tu conciencia y tu captación de todo aquello que ni imaginas.

Si pudieras ver lo que yo veo…Un universo en constante manifestación y expansión. ¿Crees que vives en una galaxia rodeado por sólo estrellas y planetas? Has aprendido que la luz que ves de una estrella tal vez provenga de una estrella que ya no existe. Pero, ¿alguien te enseñó que existen en el universo cuerpos celestes que no alcanzas a ver porque habitan otra dimensión?

Los verás, sí, los verás, el día que trasciendas tus limitaciones. Tu planeta está ansioso de que lo ayudes en el proceso. Él lo hará de todos modos, contigo o sin ti, pero forma una unidad contigo y aspira a completar este ciclo juntos. No te sorprendas por los cambios que suceden. Ya han sucedido antes. Aprendiste en las escuelas que las tierras cambiaron, que los animales se extinguieron y otros más sofisticados tomaron su lugar. Plantas han desaparecido y tu raza evolucionó. No importa si el cuento que leíste antes es real o un juego de la imaginación. Lo que importa es lo que hayas sentido al leerlo. Lo que hizo eco en ti. Piensa, recuerda, ¿te resultó familiar de alguna manera? Tiene que haberlo sido, porque todos nosotros, de una u otra forma integramos una humanidad que trasciende al planeta. No existe el extraterrestre ni el terrestre; el galáctico o el nativo. Todos somos hijos del Cosmos, semillas de la Creación y no importa en qué sector de la galaxia o del universo nos manifestemos, todos somos Uno. Hijos de una misma Creación, productos de una sola Conciencia.

Observa, observa. Mira a tu alrededor. Gózate en la extraordinaria variedad de la naturaleza que te rodea. ¿Te has detenido alguna vez a admirar la enorme gama de formas de vida que existen? No se trata ya de plantas o animales, o de distintas especies de cada una de ellas. Sino de la increíble variedad dentro de cada especie. Mírate a ti mismo. No sólo eres único con respecto a otros como tú. Tú mismo cambias constantemente a medida que transcurre el tiempo. Y, sin embargo, mantienes una sentido de continuidad que te permite reconocerte a pesar de los cambios que atraviesas desde tu nacimiento hasta tu muerte. ¿No te resulta extraño cuando te observas, en tu vejez, frente al espejo? En tu interior, sigues siendo el joven que comenzó a vivir por su cuenta y a tomar sus propias decisiones. Los recuerdos de tu infancia están tan presentes como si sólo hubieran sucedido ayer. Los sabores, los olores, los espacios, todo queda indeleble en tu memoria. Tú mismo eres una maravilla de la Creación. Aún cuando no sospechas tu verdadero potencial, aquél que aún ni vislumbras y que, sin embargo, está esperando por ti.

Tienes un concepto muy pobre de ti mismo. Te reduces a un productor-consumidor que nace y muere. Visto así no pareces más que otro animal en la cadena alimenticia. Y esto es lo que tu mundo insiste en pregonarte hoy, y lo que tú mismo has creado al aceptar esta premisa. Pero piensa, piensa. O mejor aún, calla y escucha en el silencio de tu mente, lo que tu corazón tiene para decirte. Escucha….

¿Has podido oírlo o te mantienes tan sordo y cerrado que te fue imposible? Si es así, este libro no es para ti. Pero si sentiste deseos de llorar, si te sentiste agobiado por la sensación de haber estado viviendo una mentira, si el gozo te llenó el alma al comprender que eras mucho más, si el universo entero se expandió para ti, sigue adelante. Sigue adelante y no te detengas, porque la realidad que estás por explorar es infinita e ilimitada.

¡Ábrete, ábrete! Ábrete a la verdad de quién eres. Libera tu imaginación y escúchala. Quizás te sorprendas al ver hasta dónde puede llegar. Todo aquello que puedas imaginar tiene el potencial de existir, de ser real. No te limites, no te limites. Crea, imagina, expándete. El Universo te espera como te ha estado esperando por siglos. Pero ya estás listo. Ya estás listo o estas páginas no hubieran sido escritas para ti. Esperabas ansioso alguien que te dijera “¡Ahora! ¡Ya es tiempo!” Pues bien, toma tu oportunidad y corre. Corre tras la verdad de lo que eres. Juega contigo mismo. Permítete ser como estos niños que no compiten, que no consumen, que sólo desean vivir, disfrutar de la experiencia de vivir e imaginar. Ellos abrieron sus mentes para alcanzar todo aquello que puedan imaginar. Tu imaginación no es aleatoria. Tu imaginación es la puerta de entrada para conocer mundos que no sabías que existían. Ellos ya están allí, pero debes abandonar esa mente tridimensional, limitada a las variables espacio-tiempo y a las categorías lógicas para permitirle acceder a las dimensiones que desconoces.

Aprende de esos niños. Permítete ser libre para creer. Abandona todas tus creencias, tus paradigmas, tus prejuicios, tus preconceptos. El mundo no es lo que crees. Hay una infinita cantidad de vida en formas que ignoras y que no son en absoluto ajenas a ti mismo. Eres una porción de la imaginación del Creador. Por lo tanto, tú mismo eres ilimitado. El potencial que está en ti te llevaría más allá aún de este Universo. Pero tú ni lo sospechas.

¿Has hablado de extraterrestres? Pues bien, qué dirías si yo te dijera que ellos eres tú mismo. ¡Sorpresa! Imagina, imagina. ¿Qué pasaría si te dijera que tú en realidad existes en varias dimensiones simultáneas? Escucha, escucha, escucha tu corazón, no tu mente. Toma esta idea y rompe tus esquemas. Deja a tu imaginación volar, no la limites. No me salgas con tonterías científicas. Recuerda esa frase que dice “los milagros de una generación son los hechos científicos de la siguiente”. Pues bien, yo te diría: las novelas de ficción de una generación son la realidad de la siguiente. O mejor aún: la imaginación alocada de una generación es el salto evolutivo de la siguiente. Sí, no te limites. Ábrete. Ábrete. Deja que las ideas alocadas rompan las estructuras rígidas de tu mente.

Sigue imaginando. Imagina un mundo sin pasado o futuro. Esto es un verdadero desafío para ti, ¿no? No sabes pensar si no es guiándote por el tiempo. Y tampoco sin el espacio. Pues bien, yo te digo: el espacio no existe. ¿No me crees? Haz un ejercicio simple: cierra los ojos y piensa en tus últimas vacaciones. Recuerda cada detalle, perfumes, sensaciones, hasta inclusive pensamientos que hayas tenido. Dime, ¿no tienes los mismos sentimientos que tuviste en el momento en que estuviste allí en carne y hueso? Si es así, has vuelto al mismo lugar, sin importar tiempo ni espacio. Tu cuerpo te limita. Tu cuerpo se mueve en tres dimensiones y has creído que todo funciona según ellas. Pero no es así. No es así. Allí donde esté tu mente, estás tú. Allí donde esté tu conciencia, estás tú. No hay límites. No hay límites. Nadie más que tú te limitas.

¿Vas a decirme ahora que Dios no existe, que no hay un Dios? Exacto. Estoy totalmente de acuerdo contigo. ¿Y sabes por qué? Porque tú eres ese Dios. Respira profundo. Deja que esta idea penetre en ti. ¿Es que hay algo que esté separado, algo que no forme parte de esta totalidad de la creación, de esta unidad de lo que Es? Si así fuera, no habría un Dios. Habría algo que es y no es. Pero todos formamos parte de una sola cosa. Una Unidad.

Ah! Te escucho. Estás horrorizado. Tú eres de los que creen todo lo contrario. Crees que sí hay un Dios y él está en algún lugar separado de ti, y que yo estoy cometiendo un sacrilegio. Pero dime, ¿Dios lo abarca todo? ¿Dios es omnipotente, todopoderoso, infinito y amor puro? Creo que eso es lo que les enseñan ¿no? Pues si es así, debes admitir que no hay ningún lugar o ser donde él no esté. Y, por lo tanto, tú eres en él y él en ti.

¿Te fijaste? No puse el pronombre de Dios en mayúscula. No es especial. Es único y no es nada separado ni diferente de ti o de mí. Piensa. Piensa. Tu mente también sirve. Pensar ayuda a destrabar conceptos arcaicos. Si lo unes a tu corazón, mejor aún. Algunos avanzan pensando; otros escuchando su corazón; otros un poco y un poco. Muchos, a golpes. Pero ya no es necesario golpearse. Ya no. Las puertas se han abierto para que todos puedan pasar. De hecho, el universo entero está deseoso de que, finalmente, atravieses las puertas de la sabiduría y trasciendas, por fin, la limitación en la que elegiste vivir durante estos miles de años. Ya es tiempo. Ya es tiempo. Te hemos estado esperando.

Y cuando digo esto, me refiero a que yo soy tú mismo. ¡Sí, así es! Soy tú mismo hablándote desde más allá de ti mismo. ¿No recuerdas haber sentido, a veces, que eras más, mucho más de lo que te habían enseñado? Tener esta sensación de que habías venido para realizar un proyecto mucho más trascendente que trabajar, casarse, dejar descendencia y morir. O, como decía aquél dicho: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Lo que, por cierto, no garantizaba la trascendencia de nadie.

Recuerda, recuerda esa sensación de ser mucho más y de haber venido con una misión mucho más interesante que la vida que estás llevando hoy en día. ¿Acaso me vas a decir que eres feliz y te sientes pleno y en total paz contigo mismo por tener una casa, un auto y un trabajo o el último modelo de celular o de amante? Sé honesto contigo mismo. Puede que te sientas contento por un tiempo, hasta que un nuevo producto salga al mercado. Pero feliz, en paz y en plenitud… definitivamente no. Si así fuera, ¿por qué atiborrarse consumiendo, por qué llenar el tiempo con un sin fin de actividades para no detenerte nunca a reconocer que hay un vacío en tu interior que no logras llenar con nada de lo que te ofrece el mundo en el que vives?

Mírate, mírate en lo que te has convertido. Cocinas tu comida, pero matas para comer. Construyes tu casa, pero no la habitas. Vistes tu cuerpo pero no lo cuidas. Haces ejercicio pero perdiste el movimiento natural. No pareces haber llegado muy lejos. ¡Ay, disculpa, olvidaba que tu mente te permitió llegar a la Luna! Pero esa misma mente te impide llegar más lejos aún. Si pudieras comprender, verías que, aquí a la vuelta, nomás, muchos planetas o asteroides te rodean, pero no puedes verlos. Tu mente te llevó a donde ella cree que puede llegar. Tu imaginación te llevará al Universo mismo, y no quedará rincón que quede sin explorar. En tanto quedes atado a las dimensiones de tu pensamiento y adores su complejidad, la auténtica ciencia te será esquiva. Sólo la expansión de conciencia te abrirá un sinfín de oportunidades que ni sospechas.

Y lo que es más, salvará a tu planeta, tu Hogar, este Ser que se ha ofrecido a cumplir un Servicio que aún no comprendes ni valoras. Salvarás tu descendencia, que ya trae en sí la verdad aunque muchos de ellos deban mantenerla tras una puerta de hierro en su corazón para poder adaptarse al mundo que sus adultos le ofrecen. Pero ya florecerán. Y, por encima de todo, te salvarás a ti mismo.

Piénsalo. ¿Vales la pena? ¿Vale la pena que abandones todo lo que crees, todo lo que estimas, todo lo que valoras, todo lo que te da seguridad y estructura para que liberes tu pensamiento y des rienda suelta a tu imaginación? ¡No te confundas! No te estoy pidiendo que cambies nada en tu vida. Sigue como hasta ahora. Te estoy pidiendo, en verdad, mucho más que eso. Te estoy pidiendo tu liberación. Tu liberación de las cadenas que te limitan para imaginar y atisbar la realidad de tu potencial. Si sólo pudieras sospecharlo… No podrías creer lo que está por venir, aquello en lo que puedes convertirte.

¡Eres libre! ¡Eres libre! Eres libre de las cadenas de limitaciones que te impusieron y que te impusiste a ti mismo siglo tras siglo. Suéltalas, suéltate a ti mismo. Mírate por primera vez. Y hazlo a tus ojos, porque en ellos podrás ver, en ellos la Luz que encarnas será claramente visible para ti. Y, cuando la veas, ¿crees acaso que podrás volver a ser quien eras? Si así fuera, nada más quedaría por decir. Pero sé que no es así. Cuando te veas como realmente eres, no volverás atrás y ansiarás, más que nada en este mundo, atravesar las puertas que tenemos abiertas para ti.

¡Bienvenido!